4 MESES ANTES

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Finalmente había sucedido. Lo que ella creía casi imposible se hizo realidad ante sus ojos; Kevin había vuelto a la luz, y está vez sería de manera definitiva. Estaba feliz por él, vaya que lo estaba... Sin embargo, tampoco podía evitar sentir esa sensación de angustia.

Hacia bastante tiempo que La Horda no se presentaba. Ninguno tomaba la luz y eso era lo más inquietante para Casey, pues casi todos los días, antes y después de irse a la cama, se hacía siempre la misma pregunta:

¿Qué es lo que está planeando La Horda?

Era incierto y aterrador a partes iguales. Pero con el pasar de los días, las semanas e incluso los meses, sus preocupaciones se disiparon hasta que quedaron como un triste recuerdo.

Esa mañana, la primera en el mes de febrero, se hizo presente en la ciudad un pequeño diluvio que traía consigo un aire lo suficientemente agradable como para levantarle el buen humor a Casey. Ella ya esperaba a por Kevin sentada en el comedor, como casi todas la mañanas, con una taza de café en mano mientras colocaba al extremo continuo un plato pequeño con rebanadas de pan tostado untadas con mermeladas de fresa y durazno.

Resulta que el apetito de Kevin es insaciable y algo variado, y con bastante razón si tenían en cuenta las tantas personalidades dentro de su cuerpo.

— Bien, ¿qué hace falta? —se preguntaba, llevando sus ojos de un lado a otro alrededor de la mesa.

Casey, se decía, que tenía que ser especial ese momentos, pues en los últimos días, y sin habérselo pedido, Kevin había tenido detalles de esos con ella en más de una ocasión. Y aunque a ella le encantaban, en el fondo sentía culpa por no poder ofrecerle el mismo trato al chico. Y no porque no lo deseara, sino porque se consideraba inexperta.

Es más, ni siquiera con su familia llegó a tener esa clase de tratos.

"Familia..."

— Buenos días —saludo Kevin tras entrar en la cocina—. Todo luce delicioso.

Cuando Casey se fijó en él, noto que esté iba vestido con las ropas entremezcladas de Barry y Dennis; el gorro y abrigo del primero, y la camisa de botones y pantalones del segundo. Y, por alguna razón que Casey aún no alcanzaba a comprender, Kevin lucía igual de animado que el día anterior y el anterior a este. Su cabello también había comenzaba a crecerle,  dejando a la vista un color castaño oscuro que a Casey le fascinaba, aunque no habría de admitirlo en voz alta.

— Gracias. Espero que también tenga el mismo sabor.

— ¿Tú lo preparaste?

— Pues sí. Quise tomarme la libertad y divertirme un poco haciendo el desayuno, y darte también un descanso de la cocina. —Sonreía de forma tímida, pero segura.

— Sabes que no es ninguna molestia. Pero es cierto que se vuelve divertido, tal vez algún día podríamos cocinar juntos, si lo prefieres —sus ojos azules no se apartaban del plato, pero sin duda tenían algo que a Casey no le hubiera gustado ver... ¿O sí?

El desayuno continuaba como si nada. Ambos hablando sobre cosas buenas que sucedieron en su pasado; en la vez en que Kevin por poco es devorado por los osos el primer día de trabajo; la primera vez que Casey aprendió a usar un arma de fuego; entre otras cosas que hacian del ambiente algo confortable y ameno.

Resultaba interesante como, después de tanto tiempo envuelto en la oscuridad, el estado miserable en el que Kevin alguna vez estuvo sumido comenzaba a desaparecer.

Casey, de hecho, todavía no acababa de acostumbrarse a ver el rostro de Kevin sonriendo de oreja a oreja con tanto entusiasmo. Pues si que había visto sonreír a Patricia, Hedwig e incluso a Dennis que siempre mantenía un semblante rígido y serio. Pero esas sonrisas tenían su propia maldad oculta, la misma que Casey llegó a ver en su tío muchas veces.

The Horde and UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora