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Era especialmente un día de enero. No importaba cuál porque todos se sentían exactamente iguales bajo la helada temperatura del invierno, sin embargo, ese día por la madrugada se desenvolvió un alboroto inusual en la casa del sheriff del pueblo.

Fue alrededor de las tres de la mañana cuando un olor tremendo a menta se desató dentro de la residencia. Todos los inquilinos despertaron y fue la señora de la casa quien descubrió el origen de aquel imponente hedor, que informaba de la presentación del hijo menor de la familia Kim.

Se podían escuchar altos los sollozos que expresaban la intensidad de un dolor ajeno. El joven sentía que su pecho iba explotar, su corazón parecía expandirse y aunque sabía que era por el despertar de su lobo, no podía pasar de largo la agobiante punzada. Se aferró a sus sábanas y mordió con más fuerza la almohada en su boca, misma que su madre colocó para que no se mordiera a sí mismo cuando le crecieran sus nuevos colmillos. El sudor caía a chorros desde su cabeza, empapando todo su cuerpo de paso. Su respiración era torpe y un último tirón le hizo caer desmayado.

Más tarde, ya todo estaba en completa tranquilidad. Unos ojos escarlata perdieron su color y obtuvieron el habitual castaño del humano, permitiéndole tener la capacidad de ver con normalidad. El azabache se levantó de la cama un poco mareado y se dirigió al baño, teniendo ápices de consciencia sobre lo que le había ocurrido. Se dio una ducha rápida cuando se encontró plegostioso y los músculos adoloridos se le calmaron con el agua congelada. Se sentía extraño, como si tuviera un peso extra en la espalda. El pecho le cosquilleaba y el estómago le revoloteaba como muestra de la existencia del lobo dentro de él.

Se miró al espejo, curioso. Sabía –por las historias de sus mayores–, que después del despertar del lobo, el humano presentaba ligeros cambios físicos según la casta con la que se era bendecido. Y pudo darse una idea de lo que era con tan sólo el aroma natural de su piel sin embargo, empezó a confirmarlo cuando vio su espalda más ancha y el volumen ligeramente mayor en sus brazos y piernas. Con la emoción creciente, consiguió el espejo pequeño de su hermana y jugó con los reflejos hasta ver la marca en la parte baja de su oreja, muy cerca de la nuca.

" α "

Su sonrisa se ensanchó. Terminó de vestirse y bajó a la primera planta, dándose cuenta de los siguientes efectos secundarios de su presentación. Su vista era buena y no llevaba puestos sus lentes. Los aromas se volvieron intensos en su nariz y pudo distinguir el de su madre desde la lejanía. Su oído se tensó ante el ruido de tantos movimientos y fueron específicamente unos pasos, los que lo pusieron en alerta.

Ni siquiera permitió ser tocado porque el chico reaccionó de manera veloz, tomando el brazo del que le amenazó, lo giró por sobre su espalda y lo tiró en el suelo con una llave que lo dejaba inmóvil, sin embargo, lo terminó soltando tan pronto se dio cuenta que se trataba de su propio padre.

—Oh, Santa Luna, padre, lo siento mucho —se disculpó, ayudándolo a levantarse.

El mayor se sorprendió, pero aún así, se echó a reír como si hubiera ocurrido la cosa más graciosa del mundo. Aceptó la ayuda y se levantó del suelo para abrazarlo con fuerza, olvidándose de que su hijo ahora tenía a un cachorro que fácilmente podía marearse con su olor intenso de su lobo.

—Papá, Seungmin va a vomitar.

La voz de su hermana supuso un alivio para el menor, porque automáticamente el mayor lo soltó, permitiéndole respirar. Seungmin iba a agradecer a su hermana, no obstante, se detuvo porque a ambos les pareció repulsivo el aroma del otro.

—Ugh, eres un alfa —se quejó—. Yo juraba que serías omega —puchereó.

—Yah, niña, ¿qué modales son esos? —reclamó el mayor, pasando su brazo por el cuello de su hijo—. Que Seungmin sea un alfa sólo significa que hará un estupendo papel en la comisaría —engalanó su postura—. ¡Oh estoy tan feliz!

El padre guió a sus hijos al comedor, donde ya la señora Kim comenzaba a dejar los platos sobre la mesa. Sintió la conexión con su hijo, de la misma manera que lo sintió con su hija. Se giró rápidamente y se lanzó sobre el chico, agitando su cuerpo empalagosamente. Tan pronto como lo soltó, le tomó de las mejillas y lo analizó por completo, dejando apretones en sus brazos rellenos y sus cachetes de bebé, no pudiendo evitar soltar un chillido cuando vio la marca en su piel, que confirmaba la casta de su pequeño retoño de 18 años.

—¡Oh cielos!, mi pequeño alfa es tan apuesto —musitó sin poder calmar su sonrisa—. Cariño, ¿entiendes lo importante de esto? —inquirió, dirigiéndose a su marido.

—Podrá participar en el baile de la luna azul —respondió, sentándose—. Es muy pronto para que puedas encontrar a tu parte destinada —le señaló—. Pero usemos esta oportunidad para presentarte ante la sociedad como mi sucesor en el puesto —sonrió—. Nada me hará más feliz que presentarte públicamente como un alfa —aseguró.

Seungmin y su hermana se lanzaron una mirada mutua. Si había algo más importante que ellos para el matrimonio Kim, era sin duda, las apariencias sociales, principalmente porque el padre de familia era el Sheriff y segundo hombre más importante del pueblo, justo después del alcalde.

Que Seungmin se haya presentado como alfa, les suponía una enorme bendición. Incluso podían decir que su ego familiar se alzaba con el sólo recordatorio de que el hijo único del alcalde se había presentado como omega. Era una humillación en temas de honores adultos, pero para esos jóvenes, no era más que tontos pensamientos de la vieja escuela.

La señora Kim mencionó algo, que el todavía atontado Seungmin no pudo distinguir. Miró a su hermana y esta le indicó dar un asentido. El menor hizo aquello y los aplausos emocionados de su madre se escucharon ruidosos en la comodidad de aquel comedor.

DESTINADO A LA MUERTE [Knowmin /  2min]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora