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Todos en el pueblo estaban jubilosos. La llegada del baile suponía una fiesta espléndida, así que por dónde sea que se le viera, habían cachorros y padres andando de aquí para allá adornando el jardín central del bosque. Aunque también habían algunos despistados que apenas comenzaban a pelear para poder abrir un ojo.

Los toques en la puerta de Seungmin fueron bajitos y calmosos, pero lo suficientemente molestos para que se quejara. Abrió los ojos a regañadientes y rascó con sus puños, para menguar la pesadez de su sueño.

Inhaló profundamente, dándose cuenta de que todavía su habitación olía a cerezas dulces y los tintes de su aroma yacían muy, muy escondidos en alguna parte.

—Hijo, ya despierta.

La voz de su madre fue suave y su alfa no se comportó mezquino cuando el aroma a fresas se coló minúsculamente en su ambiente. Entonces se permitió sonreír cuando se dio cuenta que los calmantes naturales de Changbin funcionaron correctamente. Aunque pensó que probablemente también se encontraba tranquilo porque tenía ápices claros sobre el paradero de su destinado.

—Ya voy, mamá.

Se levantó de un salto, estiró los huesos y se encaminó hacia la ducha, esta vez pasando el jabón de manera ligera, sin intenciones de quitar el dulce aroma de su cuerpo. Estaba maravillado con ello y se prometió a sí mismo que no dejaría de aspirar el rico olor de su chico apenas lo tuviera a su lado. Se miró al espejo, mientras se cepillaba los dientes y peinaba su cabello y no pudo evitar notar las ojeras en su rostro, producto de la noche en vela donde –con la ayuda de Jisung–, preparó un plan infalible para cortejar a su omega. Así que estaba irradiando felicidad, a pesar de su aspecto descuidado.

Su lobo tampoco estaba muy ajeno a su humano. El cachorro movía la cola entusiasmado apenas la imagen de aquel chico aparecía en la cabeza de Seungmin y se volvió mucho más enérgico cuando el muchacho se propuso buscar por cielo, mar y tierra a ese sujeto de enormes ojos castaños.

El primer paso era sencillo. Jisung y él se dedicarían a disfrutar de la fiesta, pero a la vez, se desempeñarían en buscar exhaustivamente al omega del menor. Estaba esperanzado por la idea de que iba a encontrarlo esa noche. Era un plan infalible porque todos en el pueblo asistían al festejo y si en dado caso no lo llegaban a encontrar, entonces simplemente irían de casa en casa en los siguientes días hasta verlo otra vez.

—¡Kim Seungmin, mueve tu maldito culo de una vez!

El grito de su hermana lo asustó, se aplacó los últimos cabellos rebeldes de su melena y luego salió del baño, encaminándose rápidamente hasta la sala de estar. Vio la puerta principal que estaba abierta y a su hermana que llevaba en brazos algunas cajas con donaciones de la comisaría.

—Aaaah, hueles delicioso..., sería maravilloso si tan sólo fueras un omega —mencionó la mayor, olisqueando de lejos.

—Lamentablemente, no lo soy —le respondió sonriente, quitándole las cajas de las manos para llevarlas él—. Por cierto, aunque esté en busca de mi omega, tú no puedes tomarte libertades —señaló—. Te estaré vigilando.

—Ni se te ocurra atravesarte en mi camino, Kim Seungmin.

El menor le mostró la lengua y tras un gesto gracioso, los dos salieron de casa, listos para unirse a la preparación del baile.

****

Los flojos rayos del atardecer golpeaban las ventanas de la habitación muda, desparramando una luz pobre en el interior, pero siendo suficiente para que unos ojos castaños pudieran seguir viendo la fotografía entre sus dedos.

La calma de Minho estaba siendo preocupante. No se había querido mover del asiento en su escritorio, tenía los ojos pesados por el cansancio y sólo podía mantenerse cuerdo inhalando gustoso el aroma que desprendía su cuerpo. Amaba la ola de sosiego que le golpeaba con el olor de su destinado, estaba encantado con ello, y muy en el fondo lo agradecía porque libremente podía sentirse como si realmente fuera un alfa. Pero entonces la fotografía en sus manos le recordaba la cruel realidad, aquella que lo mantenía en ese estado tan depresivo.

DESTINADO A LA MUERTE [Knowmin /  2min]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora