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Las respiraciones de ambos eran desestabilizadas, sus pasos se volvieron pesados y la necesidad de detenerse fue mucho mayor cuando Seungmin terminó tropezando con una rama sobresaliente del suelo.

A duras penas se adentraron más en el interior del bosque. Minho le siguió sin rechistar, hipnotizado por el sentimiento de protección desprendida por su alfa. Tenía el pecho lleno de esperanza y no se interesó demasiado en el hecho de que estaban escapando de la escena de su propio crimen.

Sus aromas ya no eran tan prominentes al estar cerca del otro, así que sus pasos fueron disminuyendo su velocidad poco a poco hasta que se detuvieron en medio de la nada.

—¿Estás bien? —se preocupó Minho cuando el otro se quejó.

—Lo estoy —aseguró—. Sólo fue un golpecito, ¿tú estás bien?

—Sí... Uh, gracias, supongo.

Seungmin negó y recompuso su posición. Tomó la mano ajena y acarició la misma, provocando el revoloteo en el estómago del mayor.

—Te sostuve muy fuerte, lo siento.

—Detente —se alejó—. Si no vas a entregarme a esos sujetos, entonces déjame ir.

—No... No voy a entregarte y no pienso dejarte ir —declaró—. Somos destinados.

—Eso ya lo sé —afirmó, tratando de soltarse—. Escucha, no quiero ser grosero contigo, de cualquier manera, tú y yo no podemos estar juntos.

—¿De qué hablas?

Minho bufó cansado. Se frustró cuando no pudo soltarse del agarre ajeno y suspiró, tratando de mantener la calma.

—Soy un sicario, ya lo has visto, tu padre sigue buscándome por todos lados para encerrarme y no me conviene estar tan cerca del enemigo.

Seungmin ignoró las palabras ajenas y se concentró únicamente en los ojos impropios y el castaño de los mismos que prometía perder la intensidad de su color, mero aviso de que el omega quería tomar el control del cuerpo.

Se sintió más acalorado que en su carrera y se dejó manipular por el deseo de su lobo que exigía tomar a su destinado y escapar del mundo maldito que los quería separados. Casi sin notarlo, su vista se volvió borrosa y sus extremidades empezaron a temblar con desespero.

—Yah —llamó Minho, al ver que los iris ajenos cambiaban a un tono rojizo—. Kim, no puedes hacer eso, detente.

Minho sintió que un nudo se formaba en su vientre. El aroma del alfa se volvió más denso y las feromonas con tintes de excitación se impregnaron en sus fosas nasales como una tentativa invitación. Lee aún estaba lo suficientemente cuerdo como para entender que aquel comportamiento era cosa del lobo recién presentado. Estaba frente a un cachorro que ni siquiera había desarrollado correctamente sus sentidos y se volvió un poco preocupado porque la fuerza del agarre se volvió más firme en su mano.

—Kim, escúchame.

Pero Seungmin no lo escuchó.

En su lugar, tiró de su mano libre y lo tomó de la nuca, ejerciendo la suficiente fuerza para acercarlo y empezar a besarlo. Casi pareció perder la cabeza cuando fue correspondido a los pocos segundos. Sintió el golpe del bochorno abrazarlo y toda minúscula presencia de raciocinio se desvaneció.

Minho no estaba muy lejos del mismo sentir. Era un omega fuerte, eso era claro, pero era imposible tratar de ocultar su naturaleza sumisa. Además, al tratarse de un cachorro, las feromonas del alfa se volvían más intensas y confusas, por ello no tuvo oportunidad de escapar.

Seungmin bajó sus manos, arrastrando sus yemas por el cuerpo impropio, sintiendo la presencia de una musculatura suave en el torso. Al no ver señales de rechazo, tomó el dobladillo de la playera ajena y la retiró. Minho estaba peleando con su lobo en busca de detenerlo e impedir que siguiera, pero le estaba siendo imposible porque, al igual que el alfa, también era su primera vez sintiendo los cariños de la casta contraria.

DESTINADO A LA MUERTE [Knowmin /  2min]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora