Capitulo 159 - Recordando el pasado

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Shan Qing no estaba seguro de creerle. Había algo en Alex que le hacía pensar que no era tan simple como decía. Tal vez tenía algún secreto oculto, o alguna misión que cumplir. Pero no podía negar que le había salvado la vida, y eso era algo que no podía olvidar.

«Gracias... gracias por todo niño» dijo Shan Qing, haciendo una reverencia. «Eres un verdadero benefactor para mí. Si hay algo que pueda hacer por ti, solo dímelo».

Alex le devolvió la reverencia y dijo:

«No hay de qué. Me alegra haberte ayudado. Y no te preocupes, no necesito nada de ti. Solo espero que podamos ser amigos».

Shan Qing asintió con la cabeza y le ofreció su mano. Alex la estrechó con firmeza y sintió una conexión especial con él. Quizás el destino los había unido por alguna razón. Quizás tenían algo que aprender el uno del otro.

«Amigos...» repitió Shan Qing. «Sí, me gustaría eso».

Esa palabra, amigo evocó recuerdos en Shan Qing que creía olvidados.

Shan Qing siempre fue un niño solitario. Sus padres habían muerto cuando él era muy joven, víctimas de una enfermedad incurable. Sin familia ni hogar, fue acogido por la aldea de Qingfeng, una pequeña comunidad de practicantes de artes marciales.

Aunque los aldeanos le dieron un techo y comida, no le dieron mucho afecto ni atención. Lo trataban como a un extraño, un huérfano sin valor. Solo le prestaban atención cuando demostraba su talento para las artes marciales, que era excepcional para su edad.

Shan Qing se refugió en el entrenamiento y el estudio, buscando superarse a sí mismo y ganarse el respeto de los demás. Pero no importaba cuánto se esforzara, siempre sentía que le faltaba algo. Algo que llenara el vacío en su corazón.

Solo tenía un amigo en la aldea, el único que lo trataba con amabilidad y sinceridad. Era el hijo del jefe de la aldea, un joven llamado Liang Yu. Liang Yu era el opuesto a Shan Qing: alegre, sociable y carismático. Era el favorito de todos, el futuro líder de la aldea.

Liang Yu se interesó por Shan Qing desde que lo vio por primera vez. Le pareció un niño interesante y misterioso, con una mirada profunda y una voluntad firme. Se acercó a él y le ofreció su amistad, sin importarle lo que pensaran los demás.

Shan Qing al principio se mostró reacio y desconfiado, pero poco a poco se fue abriendo a Liang Yu. Descubrió que era un buen amigo, que lo escuchaba y lo apoyaba. Que lo hacía reír y divertirse. Que le enseñaba cosas nuevas y le mostraba el mundo.

Con Liang Yu, Shan Qing se sintió feliz por primera vez en su vida. Se sintió querido y aceptado. Se sintió vivo.

Los dos se hicieron inseparables, compartiendo sus sueños y sus secretos. Juntos entrenaban, estudiaban y exploraban la aldea y sus alrededores. Juntos se enfrentaban a los desafíos y las aventuras que les presentaba la vida.

Shan Qing creció junto a Liang Yu, convirtiéndose en un joven fuerte y hábil. Su talento para las artes marciales se hizo cada vez más evidente, superando incluso al de Liang Yu. Su reputación en la aldea mejoró, ganándose el respeto y la admiración de muchos.

Pero también se ganó la envidia y el odio de algunos. Algunos aldeanos no podían soportar ver a un huérfano sin raíces sobresalir tanto. Algunos rivales no podían tolerar ver a un extraño amenazar su posición. Algunos conspiradores no podían permitir ver a un forastero acercarse tanto al futuro jefe.

Así comenzaron los problemas para Shan Qing. Problemas que pondrían a prueba su amistad con Liang Yu, su lealtad a la aldea y su destino en el mundo.

Un día, aprovechando que la secta les había dado un permiso para salir a explorar el mundo exterior, decidieron ir a visitar unas ruinas antiguas que se decía que albergaban tesoros y secretos de una civilización perdida. Con sus espadas en mano y sus mochilas llenas de provisiones, se adentraron en el bosque que rodeaba las ruinas, esperando encontrar alguna aventura.

King Prodigio InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora