2. Impresa

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Glosario:

Zhēnrén: Literalmente, significa "persona verdadera". Según el pensamiento daoísta, zhēnrén (真人) es el más elevado de los cuatro "tipos" de xiān. Los autores chinos utilizaron zhēnrén "persona verdadera" para nombrar a gobernantes-sabios, personas honradas, una estrella, un término evolutivo y nombres propios.


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—Wei... WuXian... —No sabía por qué lo dijo. No reconocía al hombre frente a él, pero las palabras brotaron dolorosamente desde algún lugar muy profundo en su interior.

La melodía cesó. A una orden del nigromante los espectros se retiraron a las sombras de dónde surgieron, fundiéndose con la oscuridad y esperando a ser llamados de nuevo.

Meng Yao saludó al hombre con una ligera inclinación de cabeza, sosteniendo su brazo herido e intentando detener la hemorragia con un torniquete improvisado. Él lo saludó de vuelta, pero parecía estar más interesado en el hombre de túnicas púrpuras que en cualquier otra cosa. Se plantó frente a él, mirándolo con intensidad.

—¿Cómo me llamaste? ¿Wei WuXian...? —preguntó él, recorriendolo descaradamente con la mirada— ¿Nos hemos visto antes?

Nunca lo había visto, pero el hombre sin nombre pudo sentir su corazón saltarse a un latido al tener esos escrutadores iris grises encima. La persona frente a él parecía sonreír con la mirada, como si unos segundos atrás no hubiese invocado media centena de espectros para devorar vivos a sus enemigos. Su rostro de rasgos afilados hacía que algo dentro quemara. Y entonces el dolor en sus entrañas regresó con renovada venganza, haciéndolo caer al suelo con un gruñido. Gritó entre dientes apretados mientras sostenía su cabeza con ambas manos, algo dentro de su cráneo punzaba y golpeaba como si fuera a estallar. Montones de imágenes y escenas invadieron su mente a una velocidad de vértigo.

Lagos tranquilos. Flores de loto flotando en calma, mecidas por el viento. Un rostro sonriente inclinándose hacia él para besarlo en un día soleado. Y después llamas, el olor de la carne carbonizada. Tanta, tanta sangre, en el suelo y en las paredes, en sus manos y en su ropa. La sensación de estar roto y vacío por dentro. Y luego, oscuridad y muerte ahí donde mirara. Una oscuridad densa, pesada e impenetrable, que se arrastró por su garganta y nubló su vista.


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Ahí estaba de nuevo. Esa sensación de asfixia, el sabor a sangre, el dolor en sus entrañas; y otra vez estiró su mano, intentando alcanzarle, detenerle, evitar que...

Despertó boqueando por aire. Su visión borrosa tardó sólo un par de segundos en enfocarse y registrar su alrededor. El alto y nada familiar techo era de piedra, estaba recostado sobre un colchón de paja y a su lado... ojos grises mirándolo con curiosidad. El hombre sin nombre ocultó rápidamente el rostro bajo su antebrazo para escapar de esa mirada. Sus mejillas se sentían calientes.

—¿Cómo te sientes? —preguntó el nigromante—. Te desmayaste ahí afuera. Tuve que cargarte hasta aquí.

Su estómago se retorció, ¿tuvo que hacer qué...? Dioses, esto era vergonzoso, ser llevado en brazos como un niño pequeño. Se dió un vistazo y notó que su ropa estaba manchada de sangre seca, pero sus heridas habían sido vendadas y estaban casi cerradas. El nigromante acercó la mano hacia la herida de su mejilla y él lo apartó de un manotazo. ¿Que se creía? Siendo tan familiar con él cuando ni siquiera lo conocía.

Vermilion [XianCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora