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Han pasado unas cuantas horas desde queme desperté. No he podido dormir bien después de haber peleado conSam. ¡Vaya, que es irritante esta mujer!

Ella se mueve a mi lado y me giro averla, veo que aún está dormida. Realmente es hermosa, lastima quesu personalidad no.

Hace dos años, cuando la conocí,Samantha estudiaba en la misma universidad que yo. Ella estudiabaAdministración de Empresas, mientras que yo, Arquitectura. Era muydulce, y cálida. Decidí invitarla a salir un día; pasó el tiempoy decidimos formalizar. Y desde entonces estoy con ella. Al principiopensé que era una de las mujeres más encantadoras que conocía,pero luego me dio a conocer su verdadera personalidad. Hace unosmeses, hablamos de matrimonio. Nada cliché, sólo adultos hablandode pasar el resto de sus vidas juntos. Já, qué romántico.

Me levanté y miré el reloj, siete yun cuarto de la mañana. Bajé hacía a la cocina y tomé unamanzana. Sam me había quitado el apetito.

–Recuerda que hoy tienes una cita conel diseñador para el traje de la boda, Zayn –escuché la ronca vozde Sam recién levantada.

–Buenos días para tí también –megiré y le sonreí con sarcasmo.

–No estoy de humor –se sentó enuna de las sillas de la mesa y colocó sus manos sobre su cabeza,pasándolas por su cabello –Estoy muy estresada, tengo demasiadascosas que hacer hoy y tú no me ayudas.

–Te dije que estoy ocupado, además,aun mantengo la idea de una boda íntima... Pero no, tú quieres algomás elegante –me encogí de hombros sin darle importancia. Salíde la cocina directamente de regreso a mi habitación. Sabia que siseguida ahí me iba a alterar.

Me esperaba un día muy largo.

–Señor Malik, ¿traigo los planosnuevos para el edificio del Sr. Fairled? –me preguntó Violet, miasistente, apenas entre a mi oficina.

-Si, si, traelos –Miré mi portátil,chequeando el correo y tomé mi teléfono.

...

El día de hoy había sido estresantedesde que puse un pie en el edificio. Demasiadas cosas y Liam nohabía venido hoy, joder. Él era el único que me ayudaba a lidiarcon todo este trabajo.

Cuando eran las tres y cuarenta, decidíir a la casa de ropa, o de modas, o cómo sea que se llame, paraprobarme el dichoso traje ese para la boda. No me encontraba de buenhumor para chicos raros, vestidos con colores extremadamentefemeninos, tocándome. Definitivamente no.

Una vez listo, salí a tomar airefresco. Estaba agobiado con tantas cosas, así que me anime a tomarun café en el mercado local de la ciudad. Me senté en unas de lasmesas en el exterior y decidí observar el panorama.

Y pensar en Sea... En mi hermosaSeattle.

Pensar en ella siempre me relajaba, meproporcionaba esa tranquilidad que necesitaba. Cerré mis ojos,recordando su rostro. Sonreí y le di un sorbo a mi café.

Levanté la vista y de pronto era cómosi estuviera allí, frente a mi.

Y es que era ella, era ella. Sunariz perfilada, ojos azules, piel pálida y mejillas levementeenrojecidas, como solía hacerlo cada vez que le decía lo mucho quela amaba.

¿Pero cómo era posible?

Aún recuerdo cuando la vi en aquelataúd, mi perfecto ángel de porcelana ya no respiraba, ya no emitíaalguna palabra..

Quería acercarme a ella, maldición.Quería hacerlo, pero estaba asustado; ella ya no estaba conmigo,nunca más.

Sus pequeñas manos tomaron una flordel puesto de floristería, a unos metros de mí. Una hermosa sonrisasalió de aquellos labios al contemplar tan dichosa Girasol queposaba en su mano. La taza de café tembló entre mis dedos, y elsudor se hizo presente en mis manos cuando se percató de que misojos la observaban con admiración. Su mirada conectó con la mía yera la misma mirada a la que solía estar enamorado. Sus pasos seacercaban a mi mesa cada vez más.

La miré fruncir el ceño. –¿Por quéme miras tanto? –murmuró con una voz aguda, tratando de serintimidante. En otro caso, me hubiera reído.

–Disculpa, yo... Pensé... Es qué tepareces mucho a ella.

–¿A quién? –frunció el ceño.

–A mi ángel.

–¿A tú ángel? –rió por lo bajo–No soy ningún ángel, soy Malibú –espetó.

Mierda, jodida mierda. Tenía un nombrehaciendo referencia a una ciudad, cómo ella.

Debía ser una broma, una malditabroma. Seattle estaba muerta.

–¿No piensas decirme tú nombre?–sonrío, sacándome de mis pensamientos. Y juro que era la sonrisamás hermosa que no veía desde hace mucho.

-Za.. Zayn –logré decir apenas.Balbuceando cuan tonto.

Ella se sentó delante de mi –¿Porqué estás nervioso? Parece que hubieses visto un fantasma –ellarió y mi cuerpo se tensó. –Discúlpame, no quería incomodarte–habló rápidamente al notar esto ultimo.

–No te preocupes, Malibú –tratéde sonreír. Esta chica parecía ser bastante extrovertida.

–Lamento ser entrometida, pero,¿quién es tú ángel? –Relamí mis labios, nervioso. Alcé mivista, mirándola directamente a los ojos. Tan azules y llenos devida.

–Era mí novia –suspiré –Ellafalleció hace algunos años –La expresión de ella cambió deinmediato. Su mirada se lleno de lástima, parecía sentir realmentelo que yo sentía. Saber exactamente lo que yo pensaba.

Era absurdo, la gente no resucitaba. ¿Osí?, bueno, Jesús lo hizo.

Que ridícula era toda esta situación.Pero más ridículo era yo actuando de ésta forma.

–¿Y me parezco a ella? –escuchésus palabras, y sonriendo, asentí.

–Más de lo que crees –solté.

–¿Tienes alguna foto de ella? –seaclaró la garganta –Para ver si tienes razón o no –prosiguió.Negué con la cabeza.

Realmente sí la tenía, pero no queríamostrarla. Era mi Sea, no quería que esta chica ni nadie la viera.Ni siquiera Sam ha visto una foto de ella. Lo sentía muy personal.Era mi único recuerdo físico de ella, esa foto la llevabaconmigo siempre.

-Oh –dijo. Sus mejillas se tornaronrojas y no pude evitar observar lo hermosa que se veía.

–Sí... –No sabía que más decir,no era cómo si de la nada pudiera hablar con ella de Sea. Sí, eraidéntica a ella. Pero no era mi amiga, apenas una conocida. Laobservé sacar de su mochila un lápiz y un trozo de papel. Fruncíel ceño cuando comenzó a escribir.

–Toma, llámame, quiero conocer másde tu ángel –se levantó y la imité. Esta chica de verdad erasorprendente.

–Claro –le respondí mientras ellase alejaba, despidiéndose con timidez.

Vi el trozo de papel que sosteníaentre mis dedos y una sonrisa se formo en mis labios. No sería laúltima vez que vería a Malibú entonces...


Malibú | z.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora