II

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- ¡No comiences! ¡No comiences, Marcela! – Beatriz escuchó la puerta corrediza abrirse de golpe.

La economista cegó sus ojos con nervio. Nuevamente era testigo directo de aquellas peleas que tanto daño le hacían.

Llevó ambas manos a su boca, mientras sus ojos estaban a punto de saltar de su órbita. Se encogió de hombros y encorvó su espalda como un animalito malherido. Escuchaba claramente las ondas sonoras de sus voces encolerizadas.

La intensidad del sonido podría, fácilmente, alcanzar unos 90 puntos en la escala de decibeles.

- No, si es que yo no estoy comenzando nada, Armando Mendoza. Aquí el que siempre comienza eres tú, con tus infidelidades.

Beatriz se encogió de hombros y deseaba desaparecer de esa oficina.

- Perfecto Marcela. ¡Perfecto! – Masculló entre dientes. Empuñó su mano izquierda y la presionó contra su frente por unos segundos. - ¿Tú quieres que seamos el show central de la empresa? – osciló ambos brazos, como señalando el lugar donde se encontraban. - Bueno, vamos a serlo. tranquila. -espetó con sorna.

La asistente de presidencia podía imaginarse perfectamente esa mandíbula tensa y esos ojos irascibles de su jefe.

- ¡Ah, sí! – Marcela se cruzó de brazos y sonrió con ironía.

- Sí. – sentenció el presidente con hastío.

- ¿Por qué no vas y te metes en los camerinos? O ¿Por qué no llamas a una de tus amantes? Esos teléfonos que, seguramente, tienes guardados en tu agenda personal. Y haces el show de siempre, así yo no me voy asentir tal mal. – posó ambos brazos en la cintura y oscilaba su perfilado rostro con ira.

Beatriz negó con la cabeza en medio de su lóbrego despacho. Cuánta razón tenía la gerente de puntos de ventas. Ella misma se había encargado de digitalizar esa agenda y seleccionar la información por categorías.

- ¿Entonces nos matamos? Eso es lo que quieres. ¿No, Marcela? Que nos matemos. – Abrió sus ojos como platos y la furia desbordaba en toda la expresión de su rostro. - ¡Estás a punto de lograrlo!

- Sí. ¿Qué pretendías que pasara? Tú tienes una aventura en la empresa. - posó ambos dedos índices sobre su pecho, para darle mayor énfasis a su próxima frase. - ¡En mi empresa! – resaltó con un tono apremiante. – Y pretendes que yo me haga la ciega, la sorda, la muda. – gritó con furor.

- Sí, Shakira. – carcajeó con burla y el enojo aun recorriendo sus venas. Alzó una de sus cejas y dio una ligera palmada con la intensión de amenizar sus impulsos.

Por unos segundos, aquella burla por parte de su jefe le sacaron, a Betty, una pequeña sonrisa en la comisura de los labios.

Pero la continuación de esa discusión iracunda le devolvió la tensión a la economista.

- Tú no te vas a burlar de mí. – lo señalaba con violencia. - ¡Es que no lo voy a permitir! – Su largo dedo índice parecía una espada violenta.

- Yo no me estoy burlando de ti. – Batía sus manos al ritmo de cada palabra. – Y te voy a decir una cosa, para que te quede bien claro y la entiendas de una vez por todas. – señaló implacable hacia el rostro de su prometida. – Yo no hice nada de lo que tú estás diciendo. – sentenció con sinceridad.

- ¡Qué bien planeado lo tenías, Armando Mendoza¡ – La accionista gritaba sin diplomacias.

- No, Marcela. Yo no tenía nada planeado. Ya te dije lo que sucedió. – exclamó inquieto.

Esto se acabó. (Armetty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora