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- Ha sido una pena que no hayamos tenido tiempo para ir a nuestra cita en el café después de la reunión

- Pero ambos hemos estado muy ocupados 😔

- Me siento mal por no haber cumplido la promesa.

- He sido yo el que me he encerrado en la oficina hasta tarde para evitar que otros hagan horas extras.

- Eres demasiado duro contigo mismo, Wonu

- ¿Tu comportamiento es por tus padres?

- ¿Sigues obedeciendo el modo de vida que te impusieron?

- ...

- Sé que no debería, pero romper hábitos tan estrictos es difícil.

- Lo sé, pero no quiero que te culpes por lo de nuestra cita

- No es culpa tuya

- Ahora como adultos tenemos responsabilidades reales, ya no podemos quedarnos hasta después de clases a vaguear jajajaja

- En realidad, eras tú el que holgazaneaba, yo solo hacía mi reporte.

- Está bien, está bien señor virtuoso tienes razón

- Pero no puedes decir que no te entretenían mis monólogos

- Seguro, me gustaban tanto que hasta me animé a besarte para que te callaras.

- ¡Qué cruel!

- Bueno, ya se está haciendo tarde

- Ya podré verte mañana para seguir molestándote

- Acuérdate que mañana a las 12 tenemos reunión de jefes de departamento

- Joo, Wonu, pensé que me ibas a decir algo más bonito ahora que nos despedíamos por el día 😔

- Que descanses, Mingyu

- Igualmente

- ¡Nos vemos mañana! 😄

La conversación ya se había terminado hace tiempo, pero yo seguía con la mirada puesta en la pantalla, releyendo las palabras y los adorables emoticonos que me había dedicado Mingyu. Relacionando los distintos comportamientos que me mostraba de manera directa, mediante sus gestos; y de manera indirecta, con sus mensajes de texto, podía decir – estando al 100% seguro – que Mingyu, como yo, no había olvidado lo nuestro.

Esto me había puesto a la par de feliz que de nervioso, no sabiendo muy bien cómo plantear la posible continuación de nuestra relación. La ansiedad romántica que pensaba había dejado atrás después de mi adolescencia volvió más intensa que nunca, haciendo que me preocupara por cómo me veía y actuaba enfrente de Mingyu.

Miré los pequeños números en la esquina superior derecha, alertándome que ya me encontraba fuera del horario en el que normalmente me iba a dormir, con el que me aseguraba de dormir mis ocho horas justas. Algo receloso, apagué el dispositivo y lo dejé en la mesita de noche junto a mi cama para que acompañara a mi reloj despertador y a la pequeña lámpara de lectura que tenía. Ese había sido el único objeto que me había llevado de casa de mis padres, siendo que la mayoría de cosas que mis padres me habían comprado a lo largo de los años tenía que ver con su sueño frustrado de hacerme músico.

Again, my paradise Donde viven las historias. Descúbrelo ahora