La Caída

59 5 0
                                    

El pergamino sin nombre descansaba sobre el escritorio de Aziraphale, bastante rato después de aparecer milagrosamente allí. El ángel ya lo había examinado de arriba abajo varias veces, no reconocía la letra. Pese a no saber de quién era, la criatura a medio crear que contenía lo intrigaba mucho. Un animal redondo con alas, de la especie "pájaro", perteneciente a las "aves". Con un cantar digno de admiración y un plumaje brillante como las estrellas.

Aziraphale pensó en muchas opciones para su nombre, ninguno le parecía suficiente, no le hacían justicia a su majestuosidad. "Óculo" y "Alegudo" fueron unas de sus ideas. Por sus ojos grandes y pico afilado. El ángel anónimo que había comenzado su creación también había hecho sugerencias, como "Estruendo" o "Señor alado". Demasiado sencillos y poco afines a él. Tras mirar fijamente el papel unos segundos, el nombre perfecto salió de sus labios.

—Ruiseñor.

Una palabra compuesta de "Señor" y "Ruido". Palabras que no iban acordes al animal, pero que creaban una composición que, extrañamente, era armoniosa y elegante, como el animal que acababan de crear. Terminó de perfeccionar el pergamino con un par de detalles y términos, y lo mandó al sector de creación, con esperanzas de que fuera aceptado.

Un par de niveles por debajo, el ángel Crawley revoloteaba alrededor de su escritorio. Jugueteaba con las uniones de sus dedos, crujiendo sus nudillos y pellizcando la piel. El cielo era un lugar demasiado silencioso, un solo gruñido o mueca hacían resonar toda la planta. Unas extrañas y cálidas corrientes circulaban por el vientre de Crawley. Él se encontraba inquieto, había solicitado una pequeña charla con los arcángeles y ellos habían aceptado. Necesitaba expresar su descontento y hacer algunas preguntas, pero las palabras de Aziraphale no le permitían pensar.

Le había advertido muy insistentemente, pese a no conocerlo, y él no le había hecho caso. Sytry por otra parte, constantemente perseguía a Gabriel, acribillándolo con sugerencias y preguntas. El máximo castigo que había recibido era el encarcelamiento, estuvo encerrada en un cubículo casi un año, por sugerir la libido, y cuando Dios la aprobó fue liberada como si nada hubiera ocurrido.

El momento se acercaba y él ya había rodeado la mesa unas cien veces volando y otras cien a pie. Un pequeño reloj de arena amarilla dejó caer sus últimos granos, indicando que ya era la hora. Crawley paró en seco y observó el reloj durante unos segundos. Sus pies emitieron un ruido chirriante ante el contacto con el suelo y tragó saliva con fuerza. Otro ángel que pasaba por allí le indicó silencio abruptamente y él simplemente inclinó la cabeza a modo de disculpa. Era el momento.

—Qué os parece... Un lago con mucha sal —Uriel tenía mucha inspiración por esos tiempos—. Podríamos usarlo para algún milagro profético. El mesías podría vivir cerca.

—Suena bien. Que no sea potable ni habitable para ninguna especie —Rafael era el arcángel de la salud, pero para haber salud debía existir la enfermedad—. ¿Cómo lo llamamos?

—El mar muerto —Gabriel solía adueñarse de las mejores creaciones—. Se lo comunicaré a Dios enseguida.

Los tres arcángeles se sonrieron orgullosos los unos a los otros. El resto de arcángeles estaban ocupándose de diversas tareas y ellos eran los encargados del sector de creaciones, en esos momentos. Unas pisadas tímidas interrumpieron la conversación y el arcángel supremo no se dignó a mirar quién acababa de llegar.

—¿Quién se atreve a interrumpir nuestra lluvia de ideas? Ángeles inútiles, sabéis que no se debe molestar a los arcángeles.

—Lo sé Gabriel, pero teníamos programada ahora una charla. Aunque si así lo deseas podemos posponerla.

La voz de Crawley era rápida y ligera, con un tono muy suave y precavida. Gabriel la reconoció enseguida y recordó la reunión programada, el arcángel supremo tenía muy mala memoria para ciertas cosas. Una sonrisa se dibujó en su cara y giró sobre sí mismo para mirar a Crawley. La extraña alegría del arcángel por verle incomodó al ángel. Infló el pecho intentando mentalizarse y fingió una fina sonrisa, apretando los labios.

Parusía, el segundo advenimiento ~ Good Omens FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora