¿Libertad?

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Los vapores del infierno le habían abierto todos los poros de la piel. El sudor recorría su frente y aquella sangre negruzca resbalaba por las puntas de sus dedos hasta caer al suelo. Acababa de hacerlo, por el bien de su amigo, lo había hecho. Sobre esa hora la cafetería ya debía estar cerrada, por lo que Crowley estaría en casa bebiendo o llorando de nuevo. Tragó saliva con fuerza antes de limpiar sus manos con un simple milagro y salir de allí por el ascensor pequeño.

La casa de Crowley estaba extrañamente animada. El demonio había puesto música y estaba regando sus plantas mientras en el horno se cocinaban un par de costillares de cerdo. Crowley no disfrutaba especialmente de la comida humana, pero en ocasiones, un bocado no le disgustaba. La puerta de su piso se abrió y Sytry entró por ella, algo agitada.

—¿Qué estamos celebrando? ¿Te ha gustado trabajar con Nina, o algo así?

—Ha sido interesante, cuanto menos. Hacer café de la forma tradicional es bastante más difícil de lo que parece. No ha estado mal, después de todo.

—¿Admites que mi idea ha sido genial?

—Jamás. Por cierto, ¿qué tal la reunión?

—Si... Sobre eso... ¿Recuerdas aquel pergamino que te di hará unos 3000 años?

—¿El que no podía perder bajo ninguna circunstancia porque tu existencia dependía de él?

—Ese mismo. Exacto. ¿Dónde lo tienes?

—Está en la caja fuerte, junto al agua bendita. Sabes la contraseña, cuidado con el termo, está vacío pero nunca se sabe.

Crowley se acercó tranquilamente a la cocina para revisar el horno. Sytry fue directamente hacia el estudio de Crow, donde tras el boceto de la Mona Lisa, estaba escondida una robusta y preciosa caja fuerte de la que conocía la clave.

—¿Por qué ese interés repentino en el pergamino? ¿Lo necesitas para tu nuevo trabajo demoníaco? ¿A quién vas a seducir con un pergamino? ¿A un historiador?

—No es... No es exactamente un trabajo demoníaco, debo deshacerme de él antes de que lo encuentren.

Sytry cerró la caja fuerte tras sacar el pergamino de su interior y se dirigió a la cocina junto a Crowley. Se sentó en uno de los taburetes de la isla, y sobre ella abrió el pergamino bajo los atentos ojos de Crowley, que lo miraban curiosos y expectantes.

—¿Tienes un puñetero mapa del infierno? ¡Pero si hasta aparece la sala del trono de Satán! ¿Me has hecho esconder eso durante todos estos siglos aún sabiendo que desconfiaban de mí? ¿En qué estabas pensando?

—Relájate. Si te enfadas así por un mísero pergamino no quiero saber cómo reaccionarás cuando te cuente el resto.

—¿Hay algo más?

Sytry sonrió lo más angelicalmente que un demonio sabía. El horno comenzó a sonar y Crowley sacó el costillar de él, antes de sentarse frente a Sytry en la isla. Con los codos apoyados sobre la encimera y las manos unidas.

—Bien, sorpréndeme.

La demonia soltó una risita ligera ante la frase. Sorpresa era lo mínimo que iba a recibir su amigo de lo que iba a contarle a continuación. Con un chasquido rápido dos copas de whisky aparecieron ante ellos. Ella se bebió su copa de un trago y él simplemente la observó hacerlo, en silencio.

—Tu lo has dicho Crowley. Si quieres que te sorprenda lo haré.

Crowley enarcó una ceja algo confundido. Hacía siglos que tenía un mapa del infierno en su propia casa y nunca se le había ocurrido abrirlo. Hay que admitir que no lo hizo porque pensaba que se trataba de pornografía, pero aún así, querer deshacerse de algo así debía ser por razones muy graves.

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⏰ Última actualización: Oct 29, 2023 ⏰

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Parusía, el segundo advenimiento ~ Good Omens FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora