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Quackity poco a poco empezó a abrir sus ojos.

Se sentía mareado. Sentía que se acababa de despertar de un sueño, pero no un sueño cualquiera, sino un sueño muy largo.

— ¿Uh? — Poco a poco levanto su pecho y se sentó. Estaba encima de algo blando, suave y blanco. Estaba en una cama. Con sus ojos cansados, llenos de ojeras y con la mirada muerta miró la manta que tenía encima. Su respiración estaba calmada y su corazón latía lento. Se sentía como si toda su vida, por un instante, fuese una mentira.

El moreno se encontraba en el hospital. 

— ¿Por qué... Qué hago aquí? — Llevó sus manos a su frente y cerró sus ojos. Al llevar sus manos a su rostro pudo notar y tocar algo sumamente extraño. — ¿Eh?— Bajo sus manos con cierta preocupación y luego volvió a tocarlo algo más nervioso. Había un vendaje, un gran vendaje que cubría por completo la mitad de su rostro.

Tragó aire y lo soltó, hizo eso por unos minutos y se acabó relajando.

Mientras hacia eso trataba de recordar qué hacía ahí.

Le costó, pero lo logró.

— Ugh. — Por fin lo había recordado. — Maldito Jhschlatt. — Apretó sus manos con rabia, o al menos intentó hacerlo, pero sus manos estaban muy débiles. Se agachó a mirarlas. Estaban pálidas y temblaban. En una de sus muñecas había una aguja que conectaba con un aparato, típico aparato de hospital... Un porta sueños. Era un soporte que se utiliza para colgar las botellas de infusión o bolsas de suero que se les dan a los pacientes durante una terapia intravenosa, salas de tratamiento o quirófanos.

Sus manos tenían algunos cortes, pero no eran muy profundos.

Al verlos Quackity recordó algo.

Alguien.

Wilbur.

Al recordar la cara de Wilbur, sangrando por el golpe que le había dado su jefe, sus ojos se cristalizaron. 

Se puso aún más pálido y su respiración se agitó. Empezó a sudar y estaba a punto de llorar. Sus cejas estaban fruncidas y su cuerpo temblaba.

Quackity tenía la cara de un niño que estaba apunto de llorar.

Abrió su boca y quería gritar, pero no podía. Su garganta estaba completamente muda. Solamente soltaba gimoteos muy bajos e inescuchables. 

Miró a su alrededor.

En su habitación había una televisión, una mesa y la cama en la que él estaba sentado. En el suelo habían unas zapatillas de casa de color blanco. Las paredes eran blancas y el suelo era de un color más grisáceo. En una de estas paredes había una puerta blanca que llevaba al baño de la habitación. Había una gran ventana en la que se veía parte de la ciudad. El cielo estaba azul y soleado. 

Quackity finalmente se fijó en un sillón. En la esquina de la habitación habían dos pequeños sillones de color beige para las visitas. En uno de estos, concretamente en el de la derecha, había sentado un chico. 

Era un chico alto de piel blanca y clara. Sus ojos estaban cerrados pero se podía ver que tenía unas pestañas largas. Su nariz era recta y puntiaguda. Tenía el pelo castaño rizado y muy despeinado. Estaba delgado y se notaba que era alto. En su cara había una gran marca de un moratón, justo en el centro de su bello rostro. Tenia la nariz algo morada y sus ojeras estaban muy marcadas. Encima de su nariz había una tirita. Sus labios también tenían algunas heridas.

Se fijó en sus manos. Sus blancas, finas y delgadas manos, similares a las de un pianista, estaban llenas de rozaduras, cortes y heridas sobre todo en la zona de los nudillos. 

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⏰ Última actualización: Oct 24, 2023 ⏰

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