Capítulo 2

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A pesar de que siguió lloviendo toda la noche, parece que la lluvia por fin dió tregua y el día amaneció un poco mejor. Al menos no llovería otra vez.

Armin pudo madrugar más temprano que el día anterior, por lo que le dió tiempo desayunar con más calma y llegaría a tiempo a su trabajo. Gabi lo acompañaba en la mesa de la cocina desayunando cereal y pan tostado.

—Te ves un poco apurado. ¿Hay algún problema?—Preguntó curiosa la niña.

—En realidad no, es solo que pienso hacer ciertas cosas en el trabajo y tengo que aprovechar el tiempo sobrante.

Siguieron comiendo con calma, la hora estaba a su favor. Después del desayuno ambos recogieron sus cosas para salir de su hogar.

Cuando iban bajando las escaleras el casero interrumpe en el último pasillo.

—Señor Armin.—Camina hacia ellos.—Señor Armin, necesito pedir el dinero de la renta.

Armin mira a Gabi y se agacha hasta quedar a su altura.

—¿Puedes esperar un segundo? No tardo.—La niña asiente y Armin camina junto al casero apartándose un poco de la niña para que ella no pueda escuchar.—Bueno verá, no tengo el dinero completo por ahora. He tenido muchos gastos y la situación es bastante difícil.

—Claro lo entiendo perfectamente. Pero también yo necesito ese dinero señor.—Contestó en un tono serio y autoritario.—No todos contamos con lo necesario.

—Si lo sé.—Insiste.—¿Me permite pagarle en unos días lo que le debo? Prometo pagarle todo el dinero.

El señor con aspecto de 60 años lo pensó un poco pero al final acepto.

—De acuerdo, le doy dos semanas para pagar los meses de renta que debe. Pero déjeme decirle que si pasa un solo día después de lo acordado no me dejará más que desalojarlo a usted y a su hija del departamento.

—Si por supuesto.—Dice conforme.—Le prometo darle el dinero antes de que termine las dos semanas.

El casero se retiró de ahí dejando a Armin solo en el pasillo. Un momento le fue suficiente para poder suspirar con pesadez.

—Tengo que hacer algo...






...







—Papá, ¿Tú tienes amigos?

—¿Y por qué el motivo de tu pregunta?—La miraba confundido.

—Bueno... Es que nunca te había visto hablar con nadie más.

A este punto la cara de Armin se mostraba cada vez más desconcertada.

—Es posible porque no conviva con muchas personas.—Piensa.

—¿Y no te sientes solo?—Pregunta curiosa.

Aunque la niña tuviera nada más diez años, hacía preguntas que podrían dejar pensando a un adulto con capacidades nunca antes vistas en su vida. Armin no quería demostrarlo pero esas preguntas le habían afectado un poco. Pero en cambio sonrió y le aclaró a su duda.

—No. ¿Y sabes por qué?—Niega la pequeña.—Porque te tengo a ti y no creo necesitar algo más.

Gabi ve una sonrisa tranquila en el rostro de su padre por lo que le devolvió el gesto.

—¿Eso quiere decir que soy tu amiga?

—No lo sé. ¿Te quieres considerar ser mi amiga?

La niña pone su mano en la mandíbula tratando de pensar.

Una Felicidad AnheladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora