Capítulo 4

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A pesar de que Marley era conocida como aquel país donde reinaba la prosperidad y armonía para su pueblo, la realidad era otra. Las personas que habitaban ahí ni siquiera podían tener libre albedrío.

Tener tu propia casa, poner tu propio negocio, escoger si quieres o no casarte y tener hijos. Todo eso era controlado por el gobierno y los altos líderes del país. Sonaba estúpido pero así era su régimen de gobernar el país.

Pero respecto a seguir el régimen y política que llevaba era otro asunto del cual se podía hablar.

Las familias no tenían de otra más que seguir las normas y acatar lo que los mandos superiores decían. Las mayoría estaba conforme con eso.

Bueno, casi todos.

Tres niños de aproximadamente 10 años se encontraban jugando a las atrapadas en un barrio que era muy pobre. De hecho, esa zona era considerada una de las más peligrosas y de bajos recursos fuera de la capital central de Liberio.

—Te atrapé, ya no puedes seguir.—Dijo un niño de cabello rubio y corto.

—¡No es justo! Te aprovechas de que eres el más rápido.—Se quejó otro niño de cabello negro y algo alto.

—No es mi culpa que seas muy lento Bertolt. Ahora, ayúdame a buscar a Armin.

Bertolt suspiro resignado y acompañó al otro niño en busca del tercero.

Después de varios minutos pudieron encontrar al otro niño, que se encontraba escondido entre los arbustos de un lote baldío. Este intento correr para escapar pero como era el más bajo y lento de los tres fue difícil realizar eso.

—Ya que me encontraste creo que terminó el juego.—Dijo el niño de cabello rubio y largo.

—Yo insisto que sigue siendo injusto. Reiner es muy bueno en esto.

El niño llamado Reiner seguía sonriendo por qué fue el más rápido en atraparlos, que solo ocasionó que ambos niños rodarán los ojos por su actitud.

Estaban tan distraídos que no se habían dado cuenta de que alguien se estaba acercando.

—¡Oigan ustedes tres! ¡No sé muevan de dónde estan!

Los tres mencionados alzaron la mirada para encontrar a un soldado de Marley asomándose por la cerca que rodeaba el terreno abandonado.

Estaban abrumados y querían salir de ahí lo antes posible, pero era muy tarde para eso.
No tardó mucho cuando el soldado ya estaba enfrente de ellos. El hombre con mirada seria, miraba a uno por uno, buscando algún detalle que sobresaliera o llamará la atención.

—¿Si saben que personas como ustedes no les corresponde estar en lugares como este?—El tono que usaba era muy seria y sonaba autoritaria.—Por lo que veo no son de esta zona. ¿De dónde son?

Los tres niños no decían nada, de hecho, ni siquiera se atrevían a mirar al soldado que estaba enfrente de ellos. Se sentían débiles.

—¿No piensan contestar o que? ¿Saben que cuando alguien de cargo mayor, si les preguntan algo deben responder?

Asintieron con lentitud, tenían miedo de lo que podría pasar.

El soldado seguía mirándolos hasta que se dirigió a uno de ellos.

Una Felicidad AnheladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora