Capítulo 5

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Él no era muy familiar de dar grandes caminatas y más cuando tiene que ser demasiado rápido para llegar a cierto lugar.

O bueno, eso era cuando era un adolescente.

En el instante que su vida comenzó a tornarse con más responsabilidades que un joven de 25 años debería de tener, esas caminatas ya han formado parte de su día a día. A pesar de que han pasado años haciendo lo mismo una y otra vez sigue sin tener la mejor condición para ello.

Tal vez esa sea la razón del porque nunca quiso dedicarse en algún deporte.

Pero ese era otro punto. La cuestión aquí era que estaba corriendo como si fuera lo más importante en este momento.

Después de que se levantará de un sueño profundo, se había dado cuenta que la alarma no había sonado. En medio de su desesperación se baño y se cambió lo más rápido que pudo, preparó el desayuno de Gabi y se fue casi corriendo junto con la niña para llegar a tiempo al colegio.

Habían llegado diez minutos tarde y, a pesar de que la puerta ya estaba cerrada, al ser un conocido del Señor Levi y de la Señorita Hange le habían perdonado la tardanza. Siguió corriendo y por la falta de tiempo, no le había dado tiempo de prepararse algo para él, por lo que pasó a una cafetería y compró un sándwich junto con un café. De ese modo tendría para desayunar.

Sin embargo, la fila que tenía era demasiada y tardaron varios minutos para atenderlo. Con el tiempo bajo presión pago sin percatarse haber dado bien el pago o no. Luego de quince minutos ya se encontraba afuera del local, por lo que decidió entrar.

Estaba cansado de tanto correr pero por fin estaba en ese lugar. Al entrar vió cerca de la barra a Annie bajando los bancos con cautela. Está al percatarse de la presencia del rubio, le alzó una ceja con confusión.

—¿Estás bien? Parece que corriste un maratón.

—E-estoy... Bien...—Exhalaba.

—Si, se nota.—Se burló.—Ven, siéntate.

El mencionado hizo caso y se dirigió a dónde se encontraba la rubia. Tomó asiento en una de las bancas negras que había bajado con anterioridad y tomó un respiro. Después de unos minutos ya se había recuperado.

—¿Mejor?

—Si... Gracias.

Annie le da una sonrisa antes de ir a la cocina. Mientras tanto el joven rubio trataba de tranquilizar su respiración. Estaba exhausto.

—Toma.—Al levantar la mirada se encontró con Annie extendiéndole un vaso con agua.—Es posible que esto te sea de ayuda.

Armin lo tomó y comenzó a beber del vaso. Por otro lado, Annie acercaba una gran caja que llevaba adentro donas glaseadas.

—¿Quieres?—Le ofrece.

Tentativo, acepta agradecido.

Ambos estaban comiendo con tranquilidad, mientras uno observaba comer al otro discretamente.

—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?

—No, no es eso.—Niega.—Es solo que...

—¿Qué...?—Insiste.

—¿Siempre te han gustado las cosas dulces?

—¿Es curiosidad o juzgar?

—¡No es eso! Es que... Siempre he visto que cuando ibas a comprar al súper, llevabas una que otra cosa dulce. Por eso.

—Estoy jugando contigo.—Le da una sonrisa burlona.—Para contestar a tu pregunta, podría decirte que no me disgusta para nada la comida dulce. Y otro asunto es porque trato de practicar en realizar postres y otras recetas para la posible venta de estos en la cafetería.

Una Felicidad AnheladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora