¡Vamp, Junnie! ↬ Yeonbin

XXI

Soobin era un desastre. Un verdadero desastre.

Durante su estadía en la ciudad, conoció lo que eran las relaciones sexuales. Era un tanto difícil ignorarlas, al ser representadas en películas, revistas, libros, incluso en páginas web. Comprendía cuál era el proceso, que uno de ellos recibiría —él, de antemano sabía que sería él— y el otro actuaría como el personaje activo en la situación.

Lo que los medios no podían enseñarle, sin embargo, eran las sensaciones que el acto en sí generaba para las dos partes. Los medios no le advirtieron de lo bien que se sentiría bajo el cuerpo firme de Yeonjun, quien lo tocaba como si cada rincón de su ser le perteneciera y besaba su piel como si fuese lo más preciado en el mundo.

Las manos del rubio acariciando su torso desnudo, tenían a Soobin deshaciéndose en suspiros. Su lengua, que antes estaba enroscada con la suya, ahora recorría su cuello y sus clavículas, arrancando suaves gemidos de la garganta del menor, que resonaban en los oídos de Yeonjun como una dulce sinfonía.

Perdiéndose en el otro, fundiéndose en el otro... La temperatura de la habitación iba en aumento y Soobin sentía cómo cada roce se transformaba en fuego contra su piel.

Quería más. Quería tanto. Anhelaba volver a sentir lo que en el pasado Yeonjun había provocado en él, en aquellos momentos en los cuales la línea que separaba su deseo por proteger y su deseo por devorar, se había visto peligrosamente borrada. Necesitaba volver a experimentar la sensación producida por la necesidad y el hambre de Yeonjun; la boca desvergonzada en su miembro, las manos que se escabullían dentro de su ropa. Lo quería todo.

Gimió cuando los dientes del rubio se cerraron sobre el lóbulo de su oreja, enviando las familiares descargas eléctricas a lo largo de su columna vertebral.

—Bebé— susurró en su oído. Soobin apenas logró retener el gemido que amenazó con huir. ¿Cómo Yeonjun tenía la habilidad de hacerle sentir tanto con solamente su voz?—. ¿Sabes lo que haremos ahora?

Dios.

Las mejillas de Soobin ardieron con fuerza tras interpretar las palabras del rubio. Lo sabía. Sabía a la perfección lo que harían luego. Y también sabía que no duraría demasiado, menos considerando lo desgarradoramente bueno que era Yeonjun tocándolo, siempre en los lugares adecuados de la manera perfecta.

Asintió, aturdido por su propia necesidad, la cual empezaba a consumir su raciocinio de a poco. Yeonjun plantó un beso sobre su mejilla antes de posicionar su rostro a ínfimos centímetros del suyo, mirando directamente a los ojos de Soobin, cuyas pupilas se hallaban dilatadas, mientras Soobin veía los irises rojizos y hambrientos que se encontraban frente a él.

Yeonjun se relamió los labios. —¿Quieres continuar?

¿Siquiera había duda de ello? Yeonjun lo cuidaba aún cuando era presa de sus instintos, procurando no llevar ninguna situación al extremo con tal de no herir a Soobin y reprimiendo lo que su propia naturaleza destructiva le impulsaba a hacer. Lo amaba y confiaba en que sus intenciones nunca serían egoístas; aquello era suficiente para saber que no estaba cometiendo un error.

—Sí— respondió Soobin, suspirando sobre la boca húmeda del rubio—. Sí quiero.

Hagamos lo que los amantes hacen para demostrar lo que sienten... Hazme sentir tuyo.

Yeonjun no perdió un instante. Creando un camino de tibios besos desde el cuello de Soobin hasta su ombligo, se deslizó hacia abajo y se acomodó entre las piernas desnudas del menor. La piel tersa bajo las palmas de sus manos incitándole a morderla, a marcar sus muslos con chupetones que se verían adorables a la mañana siguiente. Ah... Realmente, el castaño iba a volverlo loco.