XXVI

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Si cualquier ser humano hubiese evaluado la actual situación de Kaiser, lo considerarían oficialmente condenado. Estar en medio del bosque, acompañado por un descendiente de vampiro, con nadie que pudiese socorrerlo en kilómetros, no era precisamente lo que las personas definirían como seguro o como una buena decisión.

Se había visto enfrentado a confiar en Soobin y aceptar su oferta sobre acompañarlos. Quizás su instinto de supervivencia debió conducirlo, no obstante, la curiosidad creciente que orbitaba en torno al tema del híbrido, acabó por ganar.

Que pudiese existir una especie que por décadas resultó imposible de concebir, le parecía una maravilla. Sentía que podía comprender las emociones de su difunto abuelo, lo interesante y asombroso que era la habilidad de estudiar un híbrido tan de cerca, conocerlo e investigarlo. La posibilidad de presenciar uno en carne viva era simplemente una en un millón.

Por lo que a pesar de lo que su sentido común estaba tratando de advertirle, se adentró a dicha casa siguiendo los pasos de Soobin y viendo, con algo que se parecía bastante al temor, la espalda ancha del híbrido.

—Por ahí está la biblioteca y allá la cocina— señaló Yeonjun secamente. Kaiser asintió atontado, dejando sus bolsos atestados de libros sobre uno de los sofás—. Por acá.

Kaiser parpadeó, apenas entendiendo que Yeonjun estaba exigiéndole que lo siguiera. Lo guió a través de un pasillo, donde habían dos habitaciones.

—Esta está libre. Es tuya— Kaiser estudió superficialmente el interior del dormitorio, notando que los muebles y accesorios eran de un tamaño un tanto... pequeño—. Puedes quedarte aquí si quieres.

—¿Tú duermes en la de allá?— dudó, viendo el gesto positivo por parte de Yeonjun. Su ceño se frunció al decir, sin considerar la impertinencia—. ¿Y dónde duerme Soobin?

Las mejillas del aludido se tornaron rojas, una tonalidad similar al carmín que robó una sutil sonrisa de los labios estirados de Yeonjun. Sin intenciones de inmiscuirse en detalles innecesarios, el rubio se encogió de hombros.

—No debes preocuparte por eso.

Su tono de voz fue ameno al indicarle que podía descansar antes de continuar con las investigaciones. Era tarde y por supuesto, lo último que había hecho Kaiser desde el descubrimiento había sido dormir. Probablemente tampoco sería un éxito aquella misma noche, mas valía la pena intentarlo.

Desparramó los libros sobre la superficie de su cama antes de dedicarse de lleno a analizar las paredes que lo rodeaban. Era fácil deducir que le pertenecía a un niño, o quizás solía pertenecerle. La idea de un Yeonjun pequeño y joven le daba un poco de gracia y ternura. La otra habitación debía corresponder a la de sus padres.

Con cuidado de no romper algún objeto de valor, se deslizó por el dormitorio, reconociendo los libros infantiles y a la vez los de cacería. Ser criado por un humano y un vampiro parecía... complicado.

Dos golpecitos sonaron en la puerta. Un sonido que no debió haberle resultado tan insanamente familiar, pero al que se había vuelto un poco adicto desde hace un tiempo.

—Entra.

La puerta rechinó al abrirse. —¿Rodeando tu cama antes de irte a dormir?— se burló Soobin al verle parado en medio del cuarto. Kaiser revoleó los ojos.

—Sólo acostumbrándome— inhaló tembloroso.

Soobin sonrió con comprensión, caminando hacia él para alcanzar su mano y entrelazarla con la suya. —Sé que debes sentirte nervioso, estando bajo el mismo techo de Junnie, pero no tienes de qué preocuparte. Todo saldrá bien.

¡Vamp, Junnie! ↬ YeonbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora