Capitulo 9.

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En el salón de juegos me abrí camino entre la gente, pasando por la taquilla y los
servicios. Al llegar al área de los futbolines, advertí que Cat ya no estaba allí.

Tampoco Sebastián ni Malcolm.

-Parece que se han ido -dijo Alec. En sus ojos percibí cierta satisfacción, pero
tratándose de él podían estar expresando algo totalmente distinto-. Necesitas a
alguien que te lleve a casa.
-Cat nunca me dejaría tirado -repuse, poniéndome de puntillas para mirar por
encima de la gente-. Tal vez están jugando al ping-pong

Me abrí paso caminando de costado. Alec me siguió, dando sorbos a una lata de
refresco que había comprado antes de entrar. Se había ofrecido a coger una para mí, pero en el estado en que me encontraba no creí poder sujetarla.

Tampoco en las mesas de ping-pong había rastros de Cat o de Sebastián.

-Tal vez están jugando al Fliper -sugirió Alec. Desde luego se estaba
burlando de mí.
Me ruboricé un poco. ¿Dónde estaba Cat?
Él me ofreció la lata de refresco.
-¿Seguro que no quieres un trago?

Miré la lata y luego a Alec. El hecho de que me hirviera la sangre de sólo pensar
en poner mi boca donde él había puesto la suya no era una razón para decírselo a la
cara.

Rebusqué en mi bolso y saqué el móvil, pero se había apagado y no quería
encenderse.

No entendía cómo la batería podía estar agotada si la había cargado justo antes de salir. Lo intenté una y otra vez, pero nada.

-Mi ofrecimiento sigue en pie -dijo Alec.

Probablemente estaría más seguro haciendo autoestop y viajando con un extraño.

Todavía me sentía conmocionado por lo que había ocurrido en la montaña rusa, y la imagen de mi caída se repetía una y otra vez. Estaba cayendo en picado... y, de
pronto, estaba desembarcando del carrito como si nada.

Así había ocurrido. Era la
experiencia más aterradora que había vivido, tanto que al parecer sólo yo la había notado. Ni siquiera Alec, que iba a mi lado.

Me golpeé la frente con la mano.

-Su coche. Seguro que me está esperando en al aparcamiento.

Treinta minutos después había recorrido todo el aparcamiento. El Neon no estaba


por ninguna parte. No podía creer que Cat se hubiera marchado sin mí.

Quizás había surgido una emergencia, pero no podía saberlo, ya que no podía revisar los mensajes en el móvil. Intenté sosegarme, pero al pensar en la posibilidad de que ella me hubiese dejado tirado, la rabia bulló dentro de mí, lista para ser evacuada.

-¿Ya se te han acabado las opciones? -preguntó Alec.

Me mordí el labio, pensando en otras opciones. No las había. Pero tampoco


estaba seguro de aceptar su ofrecimiento.

En un día cualquiera irradiaba peligro, y esa noche era una combinación de peligro, amenaza y misterio, todo junto.


Al final suspiré y rogué no estar cometiendo un craso error.

-Me llevarás directo a casa -dije. Sonó más como una pregunta que como una


orden.


-Si eso quieres...

Estaba a punto de preguntarle si había notado algo extraño en el Arcángel, pero


me arrepentí. Me daba demasiado miedo preguntar. ¿Y si sólo habían sido


imaginaciones mías? ¿Y si me parecía vivir cosas que en realidad no ocurrían?

Primero el tipo del pasamontañas. Ahora esto. Estaba seguro de que la comunicación mental con Alec era real, pero ¿y lo demás? De eso no podía estar seguro.

Él avanzó por el aparcamiento. Una moto negra y brillante descansaba sobre la

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