Dia 6

944 66 89
                                    

07:45 am, Bogota

Armando Mendoza, el presidente de Ecomoda, comenzaba a arribar las instalaciones de la empresa en un estado desolador. Llevaba unas ojeras notables, producto de no haber dormido en toda la noche y por si no fuera poco, había cambiado el café matutino por el whisky esa mañana, aprovechando que su hija no se había quedado en la casa esa noche.
La noche anterior había llamado cuatro veces al celular de Beatriz, jamás respondió.
La amenaza de divorcio se volvía cada vez más real y con ello, su muerte inminente.

6 días.

Hace 6 días ella no se comunicaba con el.

No había dimensionado la gravedad de la situación hasta hace unas horas, cuando pensó que pudo haber sido el orgullo de ambos lo que creo tal distancia, que tal vez ella esperaba un mensaje de él como el de ella o simplemente que le había dado tiempo suficiente y que hasta ella lo extrañaba tanto como el. Pero no.

No fue así.

Su celular estaba prendido, pero nadie respondía. Al cuarto intento, le cortaron para luego apagar el teléfono.

Sentía ganas de morir porque sabía perfectamente que cuando Beatriz volviera el jueves, cuando se cumpla una semana, acabaría con el...acabaría con la única vida que conoció durante más de 20 años, se terminarían las mañanas con besos matutinos y desayunos apresurados, se acabarían los besos furtivos en la oficina como si no fueran esposos y aún fueran amantes que debían esconderse del mundo, ya no habrían más almuerzos ni cenas a su lado, no volvería a tocar su rostros ni fundirse en ese cuerpo que amo durante tantas noches...

¿Que paso? ¿Por qué le sucedía esto a él? ¿Es que acaso fue tan estúpido creer que si podía durar para siempre? ¿Debería llorar la pérdida o agradecer todos esos años que le regalo? ¿Que falló? ¿Acaso el amor si tenía fecha de caducidad?

¿Y si este era su karma? Otro más, por que si, se merecía cada castigo que le daba la vida por todo el mal que había hecho. Tal vez el destino le estaba cobrando factura por todo el dolor que la había hecho padecer a Marcela en el pasado. Aunque con el tiempo esos momentos ya no eran tan claros, podía recordar perfectamente cuando ella, entre lágrimas, le reclamaba los tres años que le había dado en vano. Y eso sumado a que ella jamás se le volvió a conocer un hombre. ¿Para el también seria así? ¿Si Betty le pedía el divorcio, el también se quedaría solo?

Si. La respuesta era un si rotundo.

La idea de pasar la vida con alguien más que no sea su mujer era hasta ridícula, absurda. El solo pensamiento de besar otros labios, de tocar otra piel lo descomponía...no. Eso no.

Hace 22 años el le había jurado a Dios que la amaría por siempre, que la iba a respetar y se entregaría a ella por la eternidad. Lo seguiría manteniendo, aun en el peor de los casos.

Sus instintos más profundos le gritaban que si Beatriz ya no lo amaba, ya no tenía sentido seguir. Pero sabía perfectamente que eso no era sensato de su parte, por el y por su hija. Sobre todo por su niña.
Tal vez hace 20 años, cuando ella había amenazado con irse, la muerte fue una opción seria. El no tenía nada en la vida más que su amada. ¿Pero ahora? No, definitivamente no. Su papá pasaba por una situación delicada de salud, contaba con la empresa que amaba a su cargo nuevamente la cual se venían cosas grandes con las nuevas propuestas y enfoques; y sin duda alguna, la razón más fuerte era Camila, su rayo sol en el mundo, la esperanza hecha mujer, la cosa más importante que Beatriz le dio y de la cual estaría eternamente agradecido. Ahora tenía que comportarse como un hombre de su edad, un padre, un jefe. Tal vez dejaría de ser esposo, pero los demás títulos los mantendría. Había una vida más allá de Beatriz, eso se lo habían demostrados estos seis días sin ella.

7 días Donde viven las historias. Descúbrelo ahora