Dicen que tienen un ángel. ¿Será real? James McRowld, un teólogo que no cree en la existencia de los seres divinos, está dispuesto a todo con tal de resolver el misterio.
Adéntrate al centro de investigación más importante creado por el hombre, y de...
Tablilla Segunda de la Creación. Versión: Original. Año de creación/publicación: 1 millón de años A.C. (aprox.) Autor: Desconocido. Idioma / Escritura: So'kgrafos. Disponibilidad: Únicamente en físico.
El teólogo se levantó del asiento y caminó de un lado a otro. La pantalla mostró tres resultados más: en total, el Laboratorio contaba con Cuatro Tablillas de la Creación.
—Debe ser una broma —dijo para sí.
Las Tablillas de la Creación. Los objetos más codiciados de la Historia. En todas las religiones había mención de ellas. Creadas por la Deidad Suprema, las tablillas eran consideradas el inicio del mundo. La revelación. El propósito verdadero. La primera palabra. Se decía que quien pudiera leerlas entraría en contacto con Dios y obtendría las respuestas fundamentales de la existencia misma. Sabría el pasado y el futuro. El porqué de todo.
—Pero no son más que mitos —susurró con desdén—. Incluso ya se comprobó que nunca existieron. Aunque... aunque algo en mi interior me dice que puede ser verdad.
Miró una vez más la pantalla. "Disponibilidad: únicamente en físico". Se rascó la cabeza. Solamente había una forma de saberlo. Anotó los datos y se apresuró hacia la recepción. De ahí, lo enviaron con la gerente de la Biblioteca Central. La mujer, tras escuchar la petición del teólogo, se le notó sorprendida.
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—Dr. McRowld, lo que está solicitando son documentos de Nivel 6. —Eso significa que... —Que requiere la aprobación de su asesor personal.
James torció la boca. Aunque sabía de antemano que no iba a ser sencillo obtener las tablillas, se sentía ansioso.
—Pero, ¿si las tienen? —Hable con su asesor.
La impotencia invadió al teólogo. Zaffaroni era la última persona con la que quería compartir su investigación. Sin embargo, no estaba dispuesto a que ningún trámite burocrático o persona se interpusiera en su camino.
Salió en silencio de la Quinta Sección. Regresó al departamento para guardar el diario. Cuatro horas más tarde, ya se encontraba en la oficina de su orientador personal.
El lugar era estrecho; los archiveros cubrían las paredes, no tenía ventanas, únicamente un foco iluminaba el espacio, junto a un reloj que marcaba las 10 a. m. "Esta oficina parece una celda", pensó el teólogo, mientras veía a V. Zaffaroni manejar su computadora.
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—Dr. McRowld —dijo Zaffaroni sin dejar de teclear—, ¿cómo supo que teníamos las tablillas? —¿Me darás la autorización o no? —replicó James de manera retadora. Por nada del mundo revelaría su fuente, pues el diario era su secreto.
Zaffaroni observó al teólogo de manera inquisidora durante un par de segundos y, sin darle importancia a la pregunta, siguió manipulando el teclado digital. Sus dedos se movían increíblemente rápido.
"Parece más una máquina que una persona", pensó James. "No me sorprendería que mañana me revelaran que es un androide".
El orientador dejó de teclear. Se estiró y regresó su atención al teólogo.
—En efecto, las cuatro Tablillas de la Creación están disponibles para su estudio —dijo Zaffaroni—. Pero se requiere una solicitud formal.
El entusiasmo de James se desvaneció y frunció el ceño. V. Zaffaroni, para sacarlo de dudas, le mostró la pantalla de su computadora, donde se mostraba la simbología utilizada para identificar los diferentes niveles de clasificación.
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—Como puede ver aquí, usted tiene permiso para acceder a cualquiera de los archivos de los niveles 1 y 2. Pero lo que está solicitando pertenece al nivel 6. Por lo tanto, el procedimiento, para que le prestemos dicho material, es presentando una petición presencial a la Junta Directiva. En esa reunión, deberá fundamentar sus motivos y ellos decidirán si aprueban o rechazan su solicitud. —¿La Junta Directiva...?
El orientador personal soltó una sonrisa involuntaria. La Junta Directiva, compuesta por el director, el Dr. Karl Beichler, y los catorce principales inversionistas, era el organismo más importante del Laboratorio; ellos decidían qué proyectos se ejecutaban o no.
Sin embargo, James no se sintió intimidado, todo lo contrario.
—¿Cuándo sería la presentación? —Usted dígame: ¿Cuándo cree estar listo? —Nueve días.
Y nueve días fue el plazo que se le concedió.
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