2. El aeropuerto

81 16 3
                                    

James miró su reloj. Frunció el ceño. Ya llevaba tres horas de vuelo, lo que le preocupó. Le habían dicho que el centro de investigación se encontraba en las afueras de la ciudad, no en otro continente. Acomodó sus gafas y retomó su libreta, donde tenía los apuntes de su investigación próxima a publicar: "La Gran Mentira del Peregrino".

Durante los últimos años, James había estado en búsqueda del verdadero origen de la leyenda del Peregrino, un personaje histórico que, según los manuscritos del Hso'k, regresaría de la muerte y otorgaría la inmortalidad a los verdaderos creyentes del Hso'kismo a través de algo llamado "La Eternidad Prometida".

Sin embargo, durante su viaje por los templos del mundo, James había descubierto algo mucho más preocupante que un mito sostenido en documentos falsos y la alteración de monumentos antiguos: las Zonas Muertas.

Hasta ahora, McRowld no había visto las Zonas Muertas en persona, pero había conocido a testigos y leído informes sobre ellas. Las describían como manchas contaminantes que mataban todo a su paso, dejando tras de sí una devastación imposible de reparar. Crecían a una velocidad alarmante, y al no haber forma de contenerlas, la gente se veía obligada a evacuar. Pueblos enteros ya habían sido abandonados, y se temía que el fenómeno pudiera llegar a las ciudades.

Los medios oficiales trataban a las Zonas Muertas como un rumor creado por los detractores de la actual administración mundial, y se silenciaba a quien intentaba hacer público el tema. Por esa razón, en foros clandestinos se acusaba directamente a United Worldwide Administrations como la culpable. Si no, ¿por qué otra razón la administración mundial estaría censurando el tema?

«¿Significará el fin del mundo? La situación es realmente grave», reflexionaba el teólogo, «Tan solo pensar en ello hace que quiera volver a creer en el Hso'kismo y rezar».

—¿Otro whisky?

McRowld se sobresaltó. Era la azafata, la única que se encontraba en el avión. Aceptó el trago y le sonrió, esperando que la sonrisa de ella fuera hipócrita. Sin embargo, lo único que percibió fue un servicial gesto de vuelta.

—¿Ya puedes decirme a dónde nos dirigimos? —preguntó James.

La respuesta de la azafata fue la misma que ya había dado: no tenía autorización para contestar. Sería en el momento del aterrizaje cuando el personal de mayor rango le aclararía todas sus dudas.

—¿Al menos seguimos en el mismo continente?
-Lo siento...

Aparte de ellos dos, no había nadie más a bordo. La aeronave era manejada por inteligencia artificial, como era costumbre, lo que hacía que el silencio fuera abrumador e incómodo.

 La aeronave era manejada por inteligencia artificial, como era costumbre, lo que hacía que el silencio fuera abrumador e incómodo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Toda esta situación es demasiado sospechosa», pensó James mientras bebía su whisky. La empresa, además del avión privado, también había contratado una limusina para recogerlo, pagado la comida en uno de los restaurantes más exclusivos del aeropuerto e incluso depositado ya medio año de sueldo. «Y todavía no me han dicho por qué me contrataron». Carraspeó, el alcohol le quemaba la garganta. La extraña carta, que escondía en su bolsillo, era su única pista. No obstante, se negaba a creer que lo escrito en ella fuera verdad.

El Misterio del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora