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Supe que el universo había alterado el orden natural de las cosas cuando recibí aquella llamada.

Para cuando llegué a la estación de policía, su madre ya había reconocido el cuerpo. Su padre y su hermana mayor también estaban ahí. Escuché sus llantos desconsolados y sus gritos desgarradores. Ella, apacible, estaba postrada en la camilla. Tenía la piel violácea, los labios carentes de color y los ojos sin un ápice de brillo. Me pareció que todo era una broma y que en cualquier momento se levantaría y pronunciaría mi nombre.

Al día siguiente, observé en silencio cómo la sepultaban bajo tierra. Luego no volví a verla.

Eso es todo lo que recuerdo. 

ELLA YA NO ESTÁDonde viven las historias. Descúbrelo ahora