3. La primera muerte de Seori.

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Conocí a Seori en su cumpleaños número quince. Yo tenía catorce en ese entonces. Su padre era un empleado de la entonces empresa periodística de mi padre y nos había invitado a la fiesta de su hija menor. En realidad, no se le podía llamar fiesta. Era más bien una cena para que el padre de Seori convenciera al mío de darle el ascenso que desde hace un tiempo buscaba. Sin embargo, dio resultados y no solo consiguió un aumento, sino también una estrecha amistad entre las dos familias. Fuera de las cenas que organizaban cada mes, nuestras madres se reunían a menudo para tomar el té, compartir consejos de ama de casa o simplemente charlar. A consecuencia de ello, Seori y yo comenzamos a vernos casi a diario.

Después de la escuela, comíamos lo que nuestras madres preparaban. Luego subíamos a mi habitación a hacer tarea; aunque, a decir verdad, solo yo la hacía. Era fácil darse cuenta de nuestra incompatibilidad. Yo era un adolescente retraído que no conocía otro mundo más que el de la lectura; ella era una amante del arte y de la música cuya mente siempre estaba por las nubes. Lo más importante: yo odiaba el arte y a los idealistas; ella, el silencio y la lectura. Estas diferencias nos mantuvieron separados durante muchos meses. Aun así, en un acuerdo tácito, nos tolerabamos. Comprendíamos que vernos era inevitable. Seori tenía su rincón en mi habitación donde pasaba la tarde escuchando música con audífonos y yo el mío donde me dedicaba a leer en calma. Ninguno invadía el espacio ajeno. Al menos fue así hasta que llegó el fin del ciclo escolar y los dos resultamos con calificaciones bajas. Ella en Literatura y yo en Artes. Nuestras madres no tardaron en, por supuesto, reprendernos y en obligarnos a ser tutor del otro.

Yo estaba bastante avanzado en lo que a Literatura se refiere, así que no tuve problemas en adaptarme a un curso más adelante del mío. Seori tampoco tuvo dificultades. De hecho, fue mejor tutora que yo. Tenía una pasión innata por el arte que transmitía con facilidad a los demás. A decir verdad, a menudo sentía envidia de este aspecto de Seori. Mi gusto por los libros era inculcado por mi padre y cuando imaginaba una vida en la que él no hubiera estado, no encontraba la manera en que yo acabara leyendo con tanta fruición.

—Entonces, ¿cuál es la diferencia entre el impresionismo y el expresionismo? —me preguntó Seori una tarde de verano.

—¿El nombre?

Seori resopló. Hacía eso muy a menudo. A continuación, me mostró un libro con distintas pinturas.

—¿Notas lo diferentes que son las pinceladas? —dijo mientras señalaba una de las pinturas—. En el impresionismo son sueltas y rápidas, en el expresionismo son vigorosas.

Yo ladeé la cabeza.

—No veo ninguna diferencia.

Seori dejó el libro en el escritorio y se cruzó de brazos.

—Es que eres tonto.

Y tenía razón.

Aunque al final ninguno terminó sintiendo amor por el campo del otro, nuestras tutorías rindieron sus frutos. Los dos subimos la nota y, además, pasamos de tolerarnos a tener verdaderas conversaciones. Un año después, por primera vez, rompimos nuestro acuerdo y convertimos los espacios separados en un solo gran lugar, nuestro lugar.

Nos hicimos novios en las vísperas de su cumpleaños diecisiete, durante la tarde del día blanco. Convertirnos en pareja resultó ser un acto tan natural y esperado que nuestros padres lo aprobaron con la única condición de que ya no podíamos cerrar la puerta de mi habitación. Eso no impidió que fuéramos precoces. Éramos adolescentes y teníamos una conexión casi telepática, así que nos pareció normal. Aunque, en retrospectiva, tal vez no lo fuera.

Seori quería estudiar Artes. Poseía las dotes y la habilidad necesaria para entrar en una buena universidad; nadie lo dudaba. Sin embargo, sus padres no creían lo mismo. La hermana mayor de Seori había estudiado medicina y esperaban que Seori siguiera sus pasos. No lo esperaban, más bien la obligaron a hacerlo. Aunque opuso resistencia, al final acabó renunciando a sus deseos para cumplir los de sus padres. Esa fue su primera muerte.

[...]



Nota de autor. ¡Hola! Volvemos con Ella ya no está. Sé que es un capítulo de lo más corto, pero sentí la necesidad de escribir esto. ¿Qué opinan de la historia hasta ahora? Vamos avanzando lento, pero seguro. Poco a poco se va descubriendo el tipo de novela que es(: Gracias por leer, por cierto.



ELLA YA NO ESTÁDonde viven las historias. Descúbrelo ahora