REGLA 3°. UNA VEZ ESCRITO EL NOMBRE, LA PERSONA MORIRÁ EN 40 SEGUNDOS.

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~Narrador omnisciente~

La rubia llegó caminando hasta su casa, tocando algo débilmente la puerta. Aferró la novelita contra su palpitante pecho y esperó a que le abrieran. Para sus nervios, le abrió su propia madre con una sonrisa en ese rostro aun hermoso de ojos azules. Nobu bajó la mirada un segundo para pensarse bien cada respuesta a la próxima conversación con su madre, quien de inmediato empezo a interrogarla sin demasiado interés o entusiasmo, a lo que su hija contestaba del mismo modo de una manera inteligente, sutil y sin ser grosera o aparentar estar nerviosa. Luego de varios minutos, la pequeña rubia se dirigió hacia su habitación en el sótano que estuvo peleando durante varios meses para poder obtener sin ningún percance como su espacio personal, su lugar sagrado.

Bajó las escaleras con sumo cuidado de manera que parecía que intentaba evitar que de un momento a otro su pie se deslizara sobre las duelas y la hiciese resbalar. Una vez segura, miró su habitación detenidamente. Cualquiera pensaría que ella estudiaba el lugar como si hubiera cambiado de la noche a la mañana; pero Nobu no estaba estudiando en si la habitación, pues esta seguía igual que cuando ella se había marchado por la mañana, la miraba de ese modo pues no podía imaginarse muy bien como era que un shinigami ahora estaría con ella. Suspiró, dándose vuelta y corroborando que Tatsu la había seguido. Se sentó sobre un cojín deformable que había en el suelo y miró atentamente al shinigami durante varios minutos, en silencio. -¿Por qué me miras tanto? estás empezado a incomodarme -protestó el shinigami con algo de fastidio, flotando encima de la cama de la chica; por fin rompió el silencio. La pequeña rubia se le quedó mirando, alzando una ceja al tiempo que se recargaba en la pared, aplastando su cabello contra esta. -Porque me cuesta trabajo creer que puedan existir los dioses de la muerte. Mamá me había hablado de ellos, pero pensé que solo eran leyendas -Tatsu hizo una ligera mueca parecida a una sonrisa al escuchar cómo la niña mencionó a su madre relacionándola con un hecho así. -Pues ya ves que si existen.

Luego de eso el silencio incómodo regresó. Nobu se ponía a pensar infinidad de cosas que podrían cambiar de solo ver al shinigami. Éste le regresaba la mirada de forma inquietante, con esos inertes ojos rojizos, sin dejar de sonreír no porque quisiera, sino porque parecía tener cosida la forma de una sonrisa en el rostro. De su cuello colgaba una medalla con un símbolo extraño grabado, probablemente proveniente del mundo shinigami. Tenía cinco aretes atravesando su oreja izquierda, que tenía hendiduras de lo que parecían eran mordidas. Le faltaban pedazos que terminaban en una punta y hacían semejar cortes a propósito sobre los aretes. Sus dientes eran afilados, formados de manera que su boca se torcía en una salvaje y forzada sonrisa macabra. -¿Hay más como tu? -la pregunta desconcertó un segundo a Tatsu quien no tardó en recuperarse de su sorprendimiento. -Si, muchos más. El mundo shinigami está repleto de nosotros.

La rubia hizo gesto de ponerse a pensar. Ni siquiera sabía por qué preguntaba esas cosas; tal vez simple curiosidad. -¿Y todos tienen libretas de la muerte o no? -los labios de Tatsu se curvaron un poco más, dando a entender que estaba sonriendo. -Si, el Rey Shinigami nos da a todos nosotros una Death Note. Algunos tienen dos, pero son muy pocos; las obtuvieron engañando al Rey. No es sencillo engañar al viejo -Nobu se le quedó mirando con desinterés, rondando en su cabeza el cómo había llegado a esa situación. Durante un segundo, los ojos intensamente rojos y vacíos de Tatsu la hicieron temblar. Quizás debi haber dejado la libreta donde estaba.

Death Note Temp 2.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora