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Gulf perdió la noción del tiempo. No prestó atención por dónde caminaba. Apenas levantaba la mirada del suelo, para cruzar alguna intersección. Y recién después de casi una hora, se dio cuenta de que se había alejado tanto que al levantar la vista, no logró reconocer nada de aquel barrio. Busco algún punto de referencia, un negocio conocido, el nombre de alguna calle que le sonara. Pero nada de lo que veía le resultaba familiar.

Y por un momento, la belleza y la tranquilidad de Aquel lugar le hizo olvidar su tristeza y se tomó unos minutos para disfrutar de lo que veía.

Parecía un barrio pequeño. Con calles estrechas, hermosas casas de dos pisos, con jardines coloridos y perfumados y un silencio y una calma tan ... inusual que lo hicieron suspirar.

Gulf recorrió a paso lento los recovecos. Sintió que estaba atravesando un laberinto. Todas las pequeñas casas parecían ser iguales, y el sonido de sus zapatos en el camino de pedregullo era lo único que se oía.

Al final de uno de aquellos recovecos, salió a un claro rodeado por altos pinos y Olivares, unos bancos de ladrillos bordó rodeaban el claro y las nubes de un cielo gris y encapotado parecían acariciar las altas copas de los árboles, meciéndose al ritmo de una brisa suave y delicada.

Las primeras gotas de una lluvia fina comenzaron a caer justo cuando Gulf se sentaba en uno de los bancos. La calma que reinaba allí, se apoderó de su corazón sin que se diera cuenta. Y por primera vez desde que se había despertado aquella mañana, dejó de llorar.

Aquel lugar era como sacado de un cuento. Y ahora que Gulf lo había descubierto, planeaba volver allí cada vez que pudiera.

Aunque no estaba muy seguro de cómo volver a encontrarlo. No había prestado atención al camino. Entonces, levantando la vista, en medio de una cortina de lluvia, vio primero una sombra que luego, después de un parpadeo, se hizo más nítida hasta convertirse en un joven alto, delgado, vestido de azul y blanco que parecía mirarlo con curiosidad.

Estaba parado del otro lado del claro y tenía una pelota de cuero entre las manos. Antes de que Gulf pudiera reaccionar, el joven dio unos pasos largos y se acercó hasta el banco de ladrillos.

—Me habían dicho que vendrías ...

Gulf Lo miró confundido.

—¿ Me hablas ... a mí?

— Sí, claro, a ti ... me habían dicho que hoy vendría alguien especial ... a jugar conmigo ...

Gulf vibró ante aquellas palabras.

—No ... no soy nada ... especial. — balbuceó tímido.

—¿Puedes verme?

Gulf levantó la mirada. Aquel rostro juvenil, pálido; aquella media sonrisa, aquellos ojos rasgados, oscuros como la noche,  con bellas pestañas y aquellos labios tan ... sensuales y tentadores ...

Gulf sacudió la cabeza sintiendo vergüenza por aquel último pensamiento.

—Sí, claro que puedo verte ...

—Entonces ... eres especial. ¡ Ven! ¡Vamos a jugar! ...Antes de que acabe la lluvia y ...me tenga que ir ...y no puedas verme más...

30 de SeptiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora