"Qué esperabas, obvio que dolió que te le rieras en la cara", me dice al día siguiente Adriana cuando le cuento lo que, en mi opinión, es una pataleta intergaláctica de Nicolás.
Me sorprende que la más férrea de mis amigas defienda a este personaje, que días atrás quería dejarme tirada en plena avenida Caracas de Bogotá en domingo por la noche. Pero en esas estamos, ella dice se me fue la mano al burlarme de un miedo justificadísimo y voy a tener que pedirle perdón la próxima vez que lo vea, porque sigue sin aparecerse por la oficina. Eso es lo malo del trabajo flexible: cualquiera decide que trabaja desde la casa y pasa meses sin dejarse ver. Al diablo la famosa guía de restaurantes.
Lo peor de todo es que sigo sin entender qué fue lo que nos pasó en la morgue del San Juan, y la teoría no es tan descabellada. Según Wikipedia, las señoras de la historia de Versailles eran dos académicas que andaban de paseo por París en 1901 y, efectivamente, se perdieron mientras caminaban por los jardines del palacio. Cuando llegaron al Petit Trianon, que era como la finca privada de Maria Antonieta, vieron que una señora les sacaba un pañuelo blanco por la ventana. En esas las dos declararon que se sintieron profundamente tristes y asustadas, y que se les acercaron un par de señores vestidos como guardias del siglo XVIII y les dijeron que siguieran su camino. Sin entrar en muchos detalles, las doñas también se encontraron con una mujer joven que llevaba un vestido de flores y ambas concluyeron que era, cómo no, la trágica reina de Francia.
Las dos señoras fueron objeto de burlas durante años por haber relatado sus experiencias. Nadie desde entonces ha contado que le haya pasado algo semejante, ni en Versailles ni en ninguna parte. La explicación moderna es que el poeta y aristócrata Robert de Montesquieu vivía por ahí y a veces le daba por hacer fiestas de disfraces. Las dos señoras terminaron ahí por equivocación, y por eso los "guardias" las sacaron tan rudamente.
Si quisiera comparar el episodio de Versalles con lo que nos pasó a nosotros en el San Juan, diría que terminamos en el set de una telenovela nacional de época, pero no había cámaras ni actores, nada que pudiera dar esa impresión. Y la televisión nacional es más bien regularcita para las producciones de época. Mi papá siempre está pillándoles errores.
Armada con una bolsa de brownies y un par de botellitas de kumis, los favoritos de mi enemigo coequipero, y me voy para su casa a pedir perdón y compartir hipótesis.
Pero antes tengo que ir a la casa de mi abuela, que está desocupada desde que se murió. Hay un constructor que quiere tumbar todas las casas de la manzana para hacer una torre gigante con piscina y gimnasio, y les ofrece a todas las viejitas vecinas un apartamento y una mensualidad a cambio de su casa. Vamos a ver si tanta belleza es posible.
Odio ir esa casa, especialmente ahora que ella ya no está, los fantasmas que se pasean por sus corredores no son precisamente monjitas inofensivas.
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Una historia cursi
FantasyCatalina y Nicolás son una pareja de amigos que recorren las calles de Bogotá en busca de edificios abandonados. A medida que avanzan en sus recorridos, las historias de quienes vivieron, amaron y sufrieron en cada casa empiezan a entrelazarse con l...