11. Adriana y Alejandro

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Adriana y Alejandro son pésimos compañeros de exploración. Todo les da miedo y siempre tienen afán. "Cuidado con el piso que está roto. Apúrate que nos van a coger. ¿Eso es una rata? ¿Oye, será que llueve? Se me apagó la linterna. Quiero hacer pipí."

Los odio.

Esta noche estamos en un colegio abandonado en plena plaza de Usaquén. Moví mis exploraciones hacia el norte porque estar en el centro es demasiado doloroso en este momento. No quiero encontrarme con Nicolás en alguna parte y Alejandro me contó que ya llevó a Pies al San Juan en plan romántico y misterioso. Todavía no sé cómo se llama ella y creo que no quiero saberlo. Nuestro equipo de aventuras ya parece uno de los fantasmas que creímos ver. Ya ni siquiera sé qué fue lo que vimos, o lo que vivimos, si fue real o si me lo imaginé todo. Pero que además de todo Nicolás esté replicando mis aventuras con otra persona se siente como si yo hubiera sido simplemente un ensayo.

El colegio tiene una entrada de cemento que da cuenta de la época en la que fue construido: comienzo de los años treinta, cuando Usaquén era un pueblo lejano de la Sabana y todavía no llegaba la moderna arquitectura Deco.

La casa principal tiene el estilo colonial de las casas de la región, con tejas de barro y un pequeño balcón que los años han derrumbado. En las paredes hay letreros que dejaron los estudiantes de años pasados, recuerdos de generaciones no tan lejanas, teniendo en cuenta que el plantel fue funcional hasta el año 2008.

Se supone que una comunidad religiosa va a asumir la labor de restaurarlo, finalmente es un edificio de patrimonio que hay que conservar, pero por ahora, en esta noche, es únicamente mío para imaginar cómo corrían, aprendían, se enamoraban, los niños que pasaron sus infancias en este lugar hace sesenta años.

Del salón diminuto con el letrero de Preescolar en la puerta pasamos a los baños, curiosamente en buen estado. Hay murales casi desvanecidos que pintaron los alumnos en algún intento por darle dignidad a su escuela que se caía. Entre las tablas del piso crece maleza. En uno de los salones, Alejandro pisa con demasiada fuerza y con el pie abre un hueco.

"Bueno, yo llego hasta aquí", dice Adriana.

"Sí, yo también. Tengo que desinfectarme esta herida, no vaya y sea que me dé un tétano"

"Camina te miro la herida en mi casa".

¿Detecto un brillo de ilusión en los ojos de mis amigos? ¿Es rubor lo que percibo en las mejillas de Alejandro? Lo que me faltaba. Este par se van a enamorar a costa de mi desdicha.

En el techo de lo que debía ser la entrada trasera del colegio hay un cóndor de bronce y en esta noche de luna llena se siente sólo falta que suene el aullido de un lobo. El silencio es absoluto a pesar de que estamos tan cerca de la Carrera Séptima. Esto es parte de lo que me gusta tanto de las expediciones a los edificios abandonados de Bogotá. El mundo de afuera no existe, no importa si es mediodía o media noche.

Debo reconocer que, aunque lo de Alejandro seguramente no alcanza a ser un raspón, yo también ya quiero dar por terminada esta noche. Le damos las gracias a Rafael, el vigilante, con una generosa propina por su amabilidad, y nos vamos.

Rumbo a mi casa pasamos cerca de la casa de Nicolás. La ventana está iluminada y se ve que hay un televisor encendido. Seguramente está viendo películas de amor con Pies. A mí nunca me ha invitado a subir a su casa, siempre lo recojo en la puerta y seguimos cuando vamos en mi carro a buscar casas abandonadas, aunque lo más usual es que él vaya a recogerme. Que él vaya a mi casa. Que él me mantenga fuera de su vida. Otra vez siento la rasquiña en los ojos y empiezo a moquear.

No quiero que me vean llorando, especialmente Alejandro, que se declaró territorio neutral, me llamó a decirme que ya sabía de las aventuras de Pies y los nachos abandonados. "No importa", me digo a mí misma para detener las lágrimas en el borde del ojo. Estoy con mis amigos, conocí un colegio hermoso, y ahora seguramente nos vamos a tomar una botella de vino. O tres. 

Una historia cursiWhere stories live. Discover now