Días en la Realidad

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Echando la vista atrás, me fijo en todo aquello que he sido capaz de superar.

Especialmente a esa persona que mi yo de hace dos años pensaba que sería completamente imposible de olvidar; que de alguna manera seguiría aferrada a él tras el paso del tiempo.

Esa persona que destrozó mi corazón, delante de mis propios ojos, mientras me hundía cada vez más en un profundo agujero, donde no veía salida posible. Pero con las pocas fuerzas que me quedaban aquel entonces, harta de sufrir; decidí decir basta. Decidí ponerme yo en lo más alto, convirtiéndome en mi única prioridad por siempre. Aunque hubiera tardado demasiado tiempo, no había vuelta atrás, porque ese gran paso, sería la clave de todo.

Poner una barrera, construir una puerta, para que esa persona que tanto daño hizo, no fuese capaz de ninguna manera de conseguir volver a entrar. Tirando así la llave a lo más profundo del mar. Llevándose consigo los recuerdos, las memorias, los sueños.

Absolutamente todo.

Dejando atrás gran parte de mi camino, una de las piedras con las que más veces tropecé, pudiendo decir adiós, sintiendo absoluta calma.

Pudiendo estar en paz conmigo misma, saliendo adelante como la mujer en la me he convertido. Orgullosa de cada paso, luchando hasta llegar donde estoy ahora.

Por aquello fue, la primera pieza importante que me ayudó a dirigirme hasta aquí.

Podría decir que me arrepiento profundamente de cómo pude haber caído tan bajo; pero realmente, gracias a ello, tengo mucho más claro lo que aspiro a tener. Porque ya no aceptaré el mínimo esfuerzo.

Ya sé como me tienen que tratar y lo que me merezco realmente, porque si no, la puerta de salida de mi vida estará abierta, y una vez cerrada, no permito el regreso.

No me dejaré pisar de nuevo, no permitiré que nadie me falte el respeto; porque ya me cansé de aguantar todo, de ser la que se calla cada sentimiento por no herir a los demás.

A partir de ahora, nada volverá a ser lo mismo.

Siempre iré yo primero.