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La decisión

¿Era mi habitación? El aroma a fresas y las paredes blancas me parecían familiares. Lo último que recordaba era a Dylan, inyectándome, fuera de sí, dispuesto a matarme. La rabia me invadió. Entonces la vi: una chica de cabello blanco, frunciendo el ceño, sentada en el borde de mi cama.

—¿Ledford? ¿Quién es Dylan Ledford? —Pidió una explicación, esperando algo coherente. Al escuchar ese nombre, el corazón se me hundió—. Balbuceabas «Dylan» mil veces y otras mil veces. ¿What the fuck? —Hizo una explosión con los dedos en su cabeza, como si se estuviera desmoronando de frustración— Te retorcías en la cama como si ese hombre fuese nombrado el nuevo y más sanguinario Freddy Krueger. Si es que es un hombre o una mujer, o no binario, ya no recuerdo, en estos días ya no se sabe. Equidad de género.

Parpadeé varias veces, como si intentara despertar de un sueño raro, buscando sentido a lo que acababa de escuchar.

—¡No me rompas los ovarios! Te estuviste moviendo de un lado a otro. Quedé: pobre almita en desgracia. ¡Como si te estuvieran matando con un tremendo cuchillo de carnicero! O Igual a Tina en Pesadilla en Elm Street cuando el desgraciado Freddy le rajó la vagina, mientras dormía.

—No, no le rajó la vagina. Fueron tres cortes profundos en el torso —corregí, con clama que ya se agotaba.

—¡Fue en la vagina! —respondió, tajante, como si hubiera encontrado la verdad absoluta.

Un amargo sabor me invadió. No por la discusión, sino porque mi garganta estaba seca, casi como si se hubiera quedado vacía junto con mi paciencia.

—Ya. Pero. —Trague fuerte porque el mal sabor no se iba—, he visto esa película más de diez veces. Y sé que Tina muere con tres cortes, de arriba a abajo, por el torso —parpadeé, apenas conteniendo la confusión.

—¡Fue en la vagina! Fin de la historia, la chica rubia cliché llamada Tina. Tres cortes en la vagina —insistió, como si fuera el punto de honor, y volvió a lo importante—: ¿Quién demonios es ese Dylan?

—¡Que no fue en la vagina! —Le lancé una mirada fulminante.

—¡Emily! —rugió, arrugo la nariz y me sujeto los costados de la cabeza—. La vagina está en el vientre. El vientre está en el abdomen. ¡Y el abdomen forma parte del torso! —gritó, agotada por mi necedad—. ¿Quién es Dylan?

Me retorcí en la cama, el dolor de mi cuerpo era nada comparado con el peso de su pregunta.

—Creo que es un personaje de películas.

Mentí al instante, con una calma tensa que no se reflejaba en mi interior. ¿Cómo iba a decirle que ese hombre era un asesino? La iban a lastimar, eso estaba claro. No era tan tonta como para ponerla en ese mundo que ni yo conocía.

—¡Bah! No te hagas. Tienes un estabilizador en el pie. Un estabilizador. Madre mía. Ya te revisé, y me llevé con un gran desconcierto del demonio. Tienes chupetones rojos, violentas, casi negros, mordiscos grandes, colmillos encajados con rabia junto con marcas de dedos estrangulando la piel de tu cuello. —Levantó mi mentón para dejar clara las heridas, pero la detuve con pánico—. Si ya eres nívea con esto pareces una muerta. Como si te hubieran matado en asfixia. Dime en este momento, ¿quién es ese hombre que te hizo esto? —Señaló mi cuello con su dedo índice—. ¿Te acostaste con alguno de esa manera... violenta? ¿Perdiste la virginidad, así?

—¡Claro que no! ¡Yo aun soy virgen!

Lo era si no se contaban las caricias locas.

—¿Fue ese chico disfrazado el que besaste en la feria? ¿Cierto? ¿Fuiste a buscarlo por esa pesadilla de ser tan... observadora?

DESCONOCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora