Capítulo 5

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Remus odiaba la miel

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Remus odiaba la miel.

Odiaba el olor dulce y empalagante que hacía que sus entrañas se retorcieran.

Pero no siempre lo odio. Todo comenzó cuando tenía solo cinco años.

Vivían en una zona alejada del pueblo más cercano para evitar percances y el pequeño Remus amaba dar paseos por el terreno, juntando plantas, trepando árboles, fingiendo ser normal. Su madre no le permitía pensar que era un monstruo, no lo dejaba, siempre estaba diciéndole lo agradecida que estaba de que Remus hubiera nacido y cocinando galletas de miel para que disfrutará los días de sol de verano.

Permanecía siempre solo, ya que su madre era quien se encargaba de su educación en casa, lo que limitaba sus oportunidades de interactuar con otros niños. Remus Lupin anhelaba la normalidad con fervor; deseaba que su madre dejara de mirarlo con aquellos ojos llenos de preocupación y miedo, y que su sonrisa forzada no delatara su verdadera angustia.

Por ello, creía que alejarse de la casa y vagar por el campo sería la forma de tranquilizar a su madre.

Entonces, una niña de su misma edad, con cabello castaño recogido en dos coletas y ojos color miel, le golpeó la nariz cuando él la asustó. Jael Howe era como un torbellino de hiperactividad, y hablaba lo suficiente como para que Remus no tuviera que hacerlo. Entró en la vida de Remus de manera tan sorprendente como literalmente lo hizo aquel golpe en la nariz.

Ella era la hija de los vecinos, vivían al otro lado del pequeño y frondoso bosque que dividía ambas propiedades. Freya Howe, una mujer castaña de sonrisa amable y figura delgada, Jael siempre andaba preocupada por cualquier soplo de viento que pudiera llevarse a su madre. Por otro lado, estaba Jonas Howe, un hombre de aspecto tosco pero de corazón bondadoso, que hablaba tanto como su hija.

Habían pasado apenas nueve meses desde que lo habían transformado en la bestia que lo acompañaría toda la vida, cuando un rayo de sol iluminó los días del pequeño niño de cinco años. Para muchos, sería el encuentro de almas gemelas; para otros, simplemente el destino.

Pero desde el momento uno supo que estaban destinados a ser mejores amigos. —Cuando sea grande, tú y yo compraremos todo el chocolate del mundo. —Divagó la pequeña mientras dibujaba sobre la mesa de los Lupin. —Seremos millonarios y viviremos en el Caribe, mi padre me mostró fotos de... ¡delfines saltando en el mar y todo eso! Pero primero, ¡necesitamos un barco pirata!

Cambió de tema de manera espontánea y sonrió mucho cuando Hope les preparaba galletas de miel.

A Remus le costaba decirlo, pero secretamente pensó que un barco pirata sonaba genial.

Ella olía a miel.

Remus, a sus cinco años, le contó esa conclusión a su madre. "Cada persona huele distinto, cariño, eso nos hace únicos."

—Tú eres un lobo y yo soy un hada.

Exclamó una tarde, ella parecía muy feliz con su historia. Remus se quedó inmóvil, rogando en silencio para que su madre no apareciera y pensara que se lo había contado. Estaba seguro de que ella se marcharía y lo llamaría "bestia". —¿Por qué? —Se atrevió a preguntar con voz temblorosa. —Cuando nos conocíamos, tú estabas en el bosque y yo juntaba flores, como hacen las hadas. Así que eso significa que yo te adopté como mascota. Remus rió aliviado. Ella siempre tuvo una respuesta creativa para todo.

Dos horas más tarde, mientras Remus leía el libro que había estado esperando para compartir con Jael después de la escuela, alguien tocó la puerta. Él estaba aturdido, observó cómo su madre se ponía pálida al escuchar las palabras pronunciadas por Jonas Howe. Cuando se acercó, el adulto se arrodilló frente a él y tomó sus manos con preocupación.

— ¿Dónde está Jael? ¿Por qué no vino hoy? —preguntó a Jonas Howe con angustia en su voz.

El hombre miró al suelo y le pidió que Remus lo escuchara.

Ella no volverá, hijo. Ella se fue al cielo. Es una estrella ahora, Rem.

Ese recuerdo permanecerá para siempre, ver el rostro de aquel hombre tan bueno, lleno de lágrimas, tratando de ser fuerte, tratando de no derrumbarse frente a su hijo, no de sangre, que había hecho compañía a su hija, su pequeño rayo de sol.

Ella se fue tal como llegó, de golpe, sin avisar ni despedirse. El sol dejó de brillar por mucho tiempo, porque bien se sabe que nada tan bueno llega lejos.

Entonces, comenzó a odiar todo aquello que le recordara a su hada. La miel... odiaba la miel. Los Lupin se deshicieron de todo tipo de miel de la casa.

Ella era una estrella ahora. Por eso al principio odió a Sirius. No porque fuera malo ni nada. Sino porque tenía el nombre de una estrella, y eso solo le recordaba que su hada brillaba en lo más alto del oscuro cielo..

Remus tenía quince años cuando pensó ¡Oh, estoy enamorado! Se dio cuenta de ese pequeño detalle. Sirius todas las mañanas hechizaba todos los tarros de miel cercanos porque sabía que Remus lo odiaba.

Remus no podía odiar la miel porque le llevó a descubrir cuánto amaba a Sirius.

como si el joven fuera el dueño de su mente. Un pinchazo en su pecho también le recuerda la mirada desconfiada de su novio, y cómo había sugerido que, debido a su condición como criatura oscura, podría estar relacionado con el-que-no-debe-ser-nombrado.

Finalmente, decide aparecer en las escaleras del edificio antes de que su mente lo traicione aún más. Mientras sube los escalones, nota un pequeño detalle: el aroma a miel no desaparece, sino que parece guiarlo hacia su departamento.

Apresura sus pasos, a pesar de los reclamos de su cuerpo, y abre la puerta. En la sala, encuentra a Sirius sentado con su hermano frente a él, ambos compartiendo una botella de whisky. Ambos se voltean para mirarlo, pero Remus no se detiene; se dirige directamente hacia la fuente de ese aroma que conoce tan bien.

Es ella, pero al mismo tiempo, no lo es. ¿Cómo es posible algo tan desgarrador?

Ella no le da tiempo para hablar; se aferra a sus brazos de una manera que le hace daño. Él sabe que ella también lo perdió, y esa comprensión le atraviesa el corazón.

—Somos el lobo y el hada. —Una voz melodiosa canta en sus oídos. La abraza con fuerza, y su corazón estalla en una tormenta de emociones. Todos los recuerdos regresan como una avalancha, sus ojos arden y él se aferra a ella como si temiera que desapareciera en cualquier momento.

 Todos los recuerdos regresan como una avalancha, sus ojos arden y él se aferra a ella como si temiera que desapareciera en cualquier momento

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TENEMOS A MINI REMUS Y MINI JAEL SIENDO NIÑOS HERMOSOS.

Si gente. Yo sufro, ustedes sufren y todos sufrimos.

Me duele el corazon con Remus odiando la miel.. y el reencuentro es tan nose como decirlo... me dueleel corazon gente.  Estoy leyendo un Jegulus fic que me destruye palabra a palabra... y bueno.. fan de mis chicos. 

EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora