Diez

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                       El punto ciego


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Jimin cerró su computadora y dejó lo que estaba escribiendo: la historia de Bomboncito de Miel y su última víctima, un jugador de rugby al que había conocido en el Hilton. Un jugador de rugby que se parecía muchísimo a Min YoonGi.

Se levantó de la silla y miró por la ventana del hotel hacia el centro de SuWon. Definitivamente, estaba cada vez más muerto por YoonGi. Sin duda era una insensatez. En el pasado, se había basado a veces en personas reales para describir a las víctimas de Bomboncito de Miel. Cambiaba los nombres, pero los lectores podían imaginar de quién se trataba. Hacía unos meses, por ejemplo, había utilizado a Brendan Fraser, para que lo reconociesen quienes habían visto películas como «En busca de Eva», «George de la jungla» o «Al diablo con el diablo». Pero ésa era la primera vez que escribía sobre alguien a quien conocía personalmente.

La gente reconocería a YoonGi cuando saliera el número de marzo. Los lectores de Seúl, como mínimo, lo harían. Él escucharía los comentarios. Jimin se preguntó si le importaría. A la mayoría de hombres les daría igual, pero YoonGi no era como la mayoría. No le gustaba leer lo que se decía de él en los libros, en los periódicos o en las revistas. Lo tenían sin cuidado los halagos. Aunque el relato de Bomboncito de Miel era extremadamente halagador. Más sexy y apasionado de lo que había escrito hasta entonces. De hecho, era lo mejor que había escrito nunca. Todavía no tenía claro si iba a enviarlo o no. Tenía unos cuantos días antes de tomar una decisión.

Soltó las cortinas y se volvió hacia la habitación. Habían pasado dieciséis horas desde que YoonGi lo había besado dejándolo sin aliento. Dieciséis horas de alivio y de análisis de cada palabra y cada acción. Dieciséis horas y Jimin seguía sin saber qué pensar. Él lo había besado y todo había cambiado radicalmente. Bueno, a decir verdad, no sólo lo había besado. Le había tocado un pecho y le había dicho que lo estaba volviendo loco, y si su hermana no hubiera estado esperándolo en la camioneta, Jimin podría haberlo tirado al suelo para mirar ese tatuaje, que lo enloquecía desde que lo vio por primera vez en el vestuario. Y eso no habría estado bien. Nada bien. Por un montón de razones.

Se quitó los zapatos de una patada y el polo. Lo dejó sobre la cama y se dirigió al baño. Le pesaban los ojos y se sentía confuso. En lugar de permanecer encerrado en su habitación trabajando en el relato de Bomboncito de Miel tendría que haber acudido a la cancha para hablar con los jugadores y el entrenador antes del partido de la noche siguiente. JungKook le había dicho que el momento más adecuado para hablar con el entrenador o con los directivos era durante el entrenamiento, y Jimin quería hacerles varias preguntas acerca del nuevo fichaje, Jung YonHo.

Se metió en la ducha y dejó que el agua caliente cayera sobre la cabeza. Aquella mañana, cuando YoonGi subió al avión, con lentes de sol, traje azul y la corbata floja, había sentido un retortijón en el estómago como si volviera a tener trece años y se tratara de su primer amor. Fue horrible, pues era lo bastante mayor para saber que una aventura con el chico más popular del colegio acabaría rompiéndole el corazón.

Pasados quince minutos, salió de la ducha y cogió dos toallas. Siendo sincero consigo mismo, algo que había intentado evitar, no podía seguir engañándose, pensando que lo que sentía por él no era más que el deseo de tener una aventura. Se trataba de algo más. Mucho más, de hecho, y por eso estaba asustado. Tenía treinta años. No era un niño. Había estado enamorado, también había sentido deseo y también algo que era una mezcla de ambas cosas. Pero nunca se había permitido perder la cabeza por un tipo como YoonGi. Nunca. Y menos teniendo tanto que perder. No cuando tenía mucho más en juego que su "oponente". Algo más importante: su trabajo.

Juega y Gana  ➳ YoonMin (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora