Cincuenta y siete minutos.
Cincuenta y site minutos habían pasado y yo seguía sentando en la mesa que tanto me había costado reservar.Respire profundo buscando la tranquilidad. No quería causar una escena.
Tome el menú que llevaba en la mesa más tiempo de lo debido. Por el rabillo del ojo pude ver como se acerba un mesero.
Otra vez.
—Caballero...—podía notar la vergüenza en su voz. Había estado viniendo a mi mesa ya unas tres veces. Era su trabajo pero era imposible no notar sus mejillas ruborizadas.
—Estoy listo para ordenar. —dije antes de que pudiera disculparse por según él molestarme.
Cuando en realidad la única molestia era yo.
Kim Seokjin. 32 años. Soltero. Y recientemente plantado por mi cita.
—¿Con que le gustaría acompañar su comida?
—Vino tinto por favor. Confío en tu buen gusto. —le entregue la carta y lo vi alejarse segundos después.
Dispuse toda mi atención al mantel entonces. Visualice cada detalle en la tela. Luego mudé mi vista al techo. El mayor atractivo del lugar, pues eran cristales dando vista al cielo en lugar del típico concreto.
Por eso había elegido ese restaurante. Las fotos no le hacían justicia, la iluminación cálida e íntima, la vista de las estrellas y si tenía suerte la imagen de la luna se presentaría mientras compartía una velada con Ken.
Pero no.
En su lugar estaba siendo, posiblemente, el hazme reír de todas las personas ahí. Estaba molesto.
Quizás más que eso, estaba tan furioso. Que si no fuera porque estaba en publico, hubiera tirado al suelo todo lo que estaba sobre la mesa. Le habría gritado a todos los mirones y tal vez hubiera golpeado al idiota que podía escuchar desde mi mesa.
—Míralo. Lo han dejado plantado, patético. —su voz irritante era demasiado para mi paciencia.
Pero me contuve. Espere solo diez minutos y ya tenía mi entrada frente a mi. Comencé a comer, era delicioso. Ni siquiera con el mal momento que estaba viviendo se arruinaba el sabor.
Otros diez minutos pasaron, el plato fuerte que había ordenado se presente ante mi. Pedí otra copa de vino por si las dudas. Seguramente me terminaría la primera más rápido de lo habitual.
Y así pasó. Antes de siquiera llegar a la mitad de mi comida la copa se había vaciado. El mesero tan atento no espero mucho antes de servirme una vez más. Aproveche para pedirle la carta de los postres.
Necesitaría algo dulce para no irme amargado de regreso a mi departamento.
Asintió dejándome el pequeño menú. Había una excelente colección de pasteles, algunos helados incluso un apartado para tartas de temporada.
No dude en seleccionar dos.
El mesero se retiró con mi orden y yo me dispuse a terminar con mi comida.
—Maldición. —susurre ante los sabores.
El chef hacía un excelente trabajo.
Seguía enojado. Pero al menos ahora con algo en el estómago. Me sentía mejor.
Tanto que pedí otra copa de vino.
El mesero retiro mi plato cuando me vio dejar los cubiertos sobre este. Y casi al instante tenía mis postres conmigo.
—Disculpa, yo solo he ordenado estos dos. El macarrón no es mío. —le dije cuando vi al intruso.
—El chef se lo ha enviado caballero. —me contestó con una sonrisa antes de seguir atendiendo.
Me sorprendí un poco. Pero no me negué ante el. Estaba exquisito.
*
El postre decidí disfrutarlo con la mayor calma posible. Deje que varios comensales se fueran. Y observe fijamente el reloj sabiendo que cerrarían la cocina en menos de quince minutos. Estaba prácticamente solo.
—Perdóname. —llame al mesero. —¿Crees que me puedas ayudar?—era notorio que el vino estaba ya acentuando en mi sistema.
—Por supuesto caballero. ¿Qué necesita?
—Quiero felicitar al chef. Ya sabes ha estado todo maravilloso. —lo había visto en las películas, y siempre había querido hacerlo.
—Permítame un momento. Veré que puedo hacer. —dijo de la manera más amable. Era el no más respetuoso que había escuchar nunca.
—Tráeme la cuenta también por favor.
—Por supuesto.
Entre todo el desorden de mis sentidos sabía que el chico no hacía milagros. No sacaría al chef de la cocina solo para cumplir mis caprichos de películas románticas. Menos cuando estaban por cerrar. Literalmente estaba siendo la molestia máxima al ser él último comensal.
Saque entonces mi cartera, preparándome para pagar e irme de ahí. Tomar un taxi a esa hora estaría complicado.
—Caballero. —lo escuche.
Saque mi tarjeta. —Pagaré con ...—gire para pedirle la terminal y entonces lo vi.
Un hombre demasiado atractivo para mi atrofiada percepción de la realidad.
—Buenas noches. —su voz grave me hizo sentir incluso más confuso. —Espero que todo fuera de su agrado.
—Estuvo...delicioso. La comida. Sí. —estaba comportándome como un tonto. Sí.
Pero era imposible no hacerlo. Aquel hombre era divino.
—Me alegro. En Índigo nos esforzamos por dar el mejor servicio.
—Gracias por el postre.
El hombre hizo solo una suave reverencia.
—Ha sido un placer. ¿Le importa?—señaló la silla frente a mi.
Negué con la cabeza.
—Jungkook, puedes retirarte. Yo me encargo de cerrar. —le dijo al mesero antes de sentarse.
El chico recogió la mesa. Y se despidió con una reverencia.
—Lo siento. Creo que me he pasado quedándome tanto tiempo.
—No por favor. Es nuestro trabajo.
—Gracias. —repetí. —Perdóneme, no he podido pagarle al chico.—intente mostrarle mi tarjeta.
—No se preocupe. Va por la casa.
—¿Perdón?
—No quiero ser un entrometido. Pero lo he visto solo esta noche, he notado que ha tardado en ordenar.
—Me plantaron. —solté de tajo.
—Que pena.
—No quiero su lastima. Por favor.
—Me refiero a que, es una pena que esa persona se haya perdido la oportunidad de cenar con usted. Si me permite...—sus ojos oscuros buscaron los míos. —Puedo hacer de esta una noche algo inolvidable. —había picardía en su voz. En su mirada. Su postura incluso.
—Yo...
Las malas decisiones y yo hemos sido compañeros fieles. Y esa noche estaba claro que no sería la excepción.
Asentí. Y la sonrisa de aquel hombre me termino de convencer.
*
*
*
Hola. Aquí un capítulo de esta historia. Ojalá les guste.¿Qué creen que pase?
Nos leemos pronto.
—Cherry. 🍒
fighting.
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MALAS DECISIONES || NAMJIN || +18
Storie breviEn una noche de cita que prometía ser memorable, Seokjin , un hombre con una inclinación por las decisiones impulsivas, se encuentra en un restaurante, esperando inquieto al que podría ser el amor de vida. Sin embargo, las cosas nunca salen como lo...