En el momento en el que vio a aquella chica, su vida estaba arruinada. Ella no lo sabía en ese entonces, pero el estar enamorada le traería demasiados problemas, más de los que podría imaginar.
Sus decisiones comienzan a traer consecuencias ¿Por qué...
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Haerin veía al chico con cierta curiosidad, pues quien estaría afuera de la escuela cuando el horario acabó hace unos veinte minutos atrás.
Además de ella, claro.
Notó como su compañero de clases levantaba la mirada para verla y vió como este la miraba de una forma no tan amigable.
—¿Qué miras? —preguntó directamente.
—Pues eres el único que está parado como idiota cuando la escuela acabó hace como veinte minutos —contestó Haerin mientras se acercaba al chico.
—¿Entonces tú también eres idiota? Digo, porque también estás aquí desde que acabó la escuela.
—Eh... Tal vez. Pero yo tengo mis razones.
—¿Te dejaron plantada?
—No...
El chico la miraba sin creerse ninguna palabra.
—Bueno, tal vez si. ¡Pero no has respondido mi pregunta!
—No has preguntado nada...
—Ay, si es cierto... Bien ¿Qué haces aquí? Te juro que no es por ser chismosa, osea si, pero no tengo nada mejor que hacer...
—¿Tú que haces aquí?
—¡No respondas una pregunta con otra! Que grosero. ¿Tu papá no te enseñó modales?
—No tengo papá
—Mierda, en fin. ¿Qué haces aquí?
—Eres una persona muy curiosa, Haerin.
—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó Haerin abriendo los ojos sorprendida.
—Vamos en la misma clase, genia. ¿No sabes mi nombre?
—Con suerte y me sé el mío, no esperes mucho.
Se quedaron mirando un buen rato, Haerin trataba de decifrar el nombre del chico, pero claro, apenas se sabía el suyo y el de sus amigas.
—¡Ya sé como te llamas! —dijo Haerin de repente, asustando un poco al chico. —¡HueningKai! Soy increíble recordando nombres, me amo —se halagaba a sí misma.
