Camila

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Pero pasó.

Yo sé, pasó, pasó, pasó. Y tendría que verla al día siguiente, en clases, sentada en la última banca. Tomando apuntes con su libreta estampada de flores. La ignoré incluso cuando lo normal es que intercambiemos palabras en el cambio de horas. Y lo intentó, ella intentó hablarme pero le dije que tenía amigos y una vida y que estaba demasiado ocupada como para hablar con ella.

Entonces le diste excusas tontas y no le hablaste del beso.

La gente es muy chismosa, Agustín. Si hablaba, me escuchaban. Además, ¿Qué clase de inteligencia emocional esperas de una adolescente? Ah, y si yo era mala, mis amigas eran peores.

No es una excusa.

¿No se supone que los documentales no deberían emitir juicios de valor? ¿Qué el juicio de valor lo pone el espectador?

Sí, para eso está la edición. Tú sigues defendiendo lo indefendible.

Sí, claro. Tú también has hecho cosas malas.

Entonces, tu amiga era peor que tú.

Mi mejor amiga de la secundaria se llamaba Melisa Pólit, y estaba en teatro. No se sí la ubicas. Es pelinegra, tiene un lunar cerca de la boca y es apenas unos... que será, cinco centímetros más pequeña que tú. Y ella es, por así decirlo, selectiva con quienes se junta.

¿Pedante?

Snob. Elitista. Fue ella quién me tomó del antebrazo y me recordó que no nos juntábamos con Ariana Kort. Pensé que eso era normal con las amistades entre chicas. Apareció Silvana también, quien había pasado más tiempo conociendo a Melisa que yo. Me preguntaron si ella me había estado molestando. Les dije que no, sin embargo, Melisa esbozó esa mueca que tenía reservada para conversaciones difíciles.

Me dijo que Ariana no le caía bien, que le daba malas vibras. Que la veía y se podía dar cuenta que algo estaba mal. Además, eso yo ya lo sabía. Me había quedado la mala experiencia de la discusión que tuvimos. Ella me había tirado libros directo a la cara.

A mí me daba igual. Yo ya lo había olvidado. Ella también de seguro ya no lo recordaba. Fue un grave error defenderla porque me saltaron encima, como los lobos hambrientos que eran.

¿Alguna idea, aparte de la discusión que tuvieron, sobre por qué Melisa le tenía todo ese fastidio a Ariana?

No lo sé. Solo sé que hay gente que necesita burlarse de alguien para vivir bien su día a día y a ella, Ariana le resultó la candidata más factible. Melisa se llenaba de palabras acerca de como en este mundo hay jerarquías no escritas, líneas divisorias, fronteras y que yo no era Jesús para llevarme bien con todos. No importa que tanto a mí me parezca decencia básica.

Un poquito intensa tu amiga.

Y yo era la estúpida que le seguía la corriente. Eso era lo peor. Y Silvana seguía, quería ver el mundo arder gracias a su lengua, e inventó este rumor de que Ariana era lesbiana y que iba por el mundo haciendo que las chicas se sientan incómodas, con sus manos pegajosas y sus poesías inapropiadas. Ella mencionaba la palabra lesbiana como si fuera una grosería. Me quedé callada mientras ellas cuchicheaban. Había un peso fuerte en mi esternón.

¿Y les dijiste algo?

No recuerdo. Me puse mal. Ellas lo notaron y me preguntaron sí sabía algo. Yo negué rotundamente pero... tenías que ver su insistencia. Era el equivalente verbal de limar una vasija hasta que quede lisa, así que la verdad abandonó mis labios a borbotones. Les dije que yo le gustaba a Ariana.

¿Por qué?

Quería que me dejaran en paz. Y qué iba a saber yo qué no podía confiar en mis amigas. Aunque no les mostré evidencias, me creyeron. Y se desató el infierno.

Soy una cobarde. No tenía la espina para defenderla. Era una niña. Sabes como es el Ecuador. Apenas la historia salió a la luz, la usó como vertedero de todos sus prejuicios. Toda la mierda regurgitada de profesores y maestros. Se creó una mitología alrededor de ella. Empezó con desprecio sutil, muecas, burlonas, que la dejaran afuera de grupos, que se sentaran dejando siempre un pupitre vacío al lado de ella. Luego se volvería más violento, mensajes de odio, aislamiento y finalmente, pedradas.

¿Pedradas?

Estuve presente el día en que la apedrearon. Jamás olvidaré sus ojos, viendo a través de mí. Ella ya sabía que fui yo quién regó la información por todo el colegio y ahora contemplaba horrorizada mi cosecha.

Pedradas... ¿Cómo en los tiempos bíblicos?

Sí.

¿Cómo....?

La atraparon haciéndome una pregunta. Era algo tonto, algunas pautas para un projecto que teníamos. Fue Melisa quién tiró la primera piedra, con sus manos extendidas y sus largas uñas pintadas de rojo. Fue una piedra pequeña que encontró en las contadas macetas que había en el monstruo gris de nuestro colegio.

Canturreó "arrepiéntete pecadora" y unas niñas más pensaron que sería divertido unírsele. Ariana se quedó estoica en el centro del patio. Su cara imperturbable no parecía ocultar llanto ni ira. Debió ser el shock.

Melisa me miró de reojo y con los ojos me preguntó porqué no participaba. De haber podido elegir, hubiera tomado mis cosas y me hubiera largado pero en la secundaria nunca haces las cosas por ti sino por los demás. Así que con todo el pesar de mi cuerpo, sostuve la roca más pequeña que encontré y esperé a fallar.

No solo la piedra la alcanzó, sino que le dio en toda la frente.

Cuando las monjas llegaron, nosotros corrimos. Era la salida, así que corrí directo al carro de mi padre.

No supe más de Ariana, hasta años después.

El abismo que nos mira.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora