Capítulo 17

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Pensé que Henry se quedaría calladito y sumiso mientras conducía, pero no. No paro de preguntarme si la calefacción estaba bien, si mi asiento estaba bien ajustado, si me sentía cómoda. También volvió a preguntarme si estaba segura de no querer ir a cenar. Respondí a todo que si, menos a eso último.

No sé si actuaba así porque estaba nervioso y esa era su forma de demostrarlo o si simplemente en realidad era así de pesado, pero el caso es que casi todo lo que decía terminaba en signo de interrogación, además de que lanzaba las preguntas a tal velocidad que apenas estaba procesando la respuesta a una cuando ya me estaba formulando la siguiente.

Era raro que me prestara tanta atención. No me gustaba.

Casi lloro de alivió cuando vislumbre la fachada del instituto a lo lejos. Henry estuvo luchando unos minutos en el aparcamiento por conseguir un lugar y cuando lo logró me apee lo más rápido que pude para que no pudiera abrirme la puerta.

—Iba a hacerlo yo —se quejó, terminando de echarle llave al vehículo por fuera.

—Perdón, no me di cuenta —menti.

Se encogió de hombros como para restarle importancia y nos adentramos al edificio siguiendo al corrillo de adolescentes que también iban llegando y ansiaban cobijarse del frío. Me pareció que Henry hizo varias veces amago de intentar tomarme de la mano, pero lo noté y las hundí en los bolsillos del abrigo.

Nunca antes había estado en el instituto de noche, se veía igual de deprimente que de día; menos iluminado, si cabe.

Sin embargo, debía admitir que habían hecho un gran trabajo con el gimnasio. Las decoraciones, cómo las serpentinas y los globos, eran blancas y azules, y la estética en general hacía alusión al invierno y la nieve, como si ya no hubiera suficiente invierno y nieve afuera. De pie en una mezcla de tarima y escenario estaba un chico haciendo de DJ. Unos grandes auriculares le rodeaban la cabeza y tenía la mirada clavada en su portátil forrado de pegatinas.

No sé me había pasado por la cabeza la idea de que el gimnasio sería del dominio público por esta noche, pero cuando se me pasó me puse a buscar a mis amigos en las mesas que rodeaban la «pista de baile», en vez de decirle a todo el mundo que saliera de allí, que fue lo que me provocó.

—¡Has venido! —me saludó Benny felizmente levantándose de la mesa que estaba compartiendo con Bailey, Roy y una chica que supuse que era Carly. Era la primera vez que veía a los dos últimos así de cerca.

—Prácticamente me han coaccionado para que lo hiciera, no iba a faltar.

Sorprendentemente, todos rieron. ¿De que se reían, si era verdad?

—¿No vas a presentarnos a tu cita? —pregunto Bailey con una sonrisa cómplice apoyando los codos en la mesa y los puños cerrados contra las mejillas.

Quise borrarle esa sonrisa de un puñetazo.

—¿Para que? Si ustedes ya lo conocen.

Chasqueo la lengua.

—Me refería a los que no, Nat.

En fin, mejor acabar con esto lo más pronto posible. Pero no hizo falta que lo hiciera. Henry se presentó el solo, y lo hizo como «mi acompañante».

—No digas eso, que suena como si te estuvieras prostituyendo —le susurré.

—¿Entonces estás de acuerdo con que te llame «mi cita»?

—Para eso tengo nombre.

—¿Por qué de repente eres tan repelente conmigo?

—Porque no me gustas.

Las relaciones tienen caducidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora