Cómo conquistar un hada

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Cuando Changbin iba a último año de su carrera le parecía gracioso como su mejor amigo se había obsesionado con un estudiante de primer año. Decía que era un tesoro lleno de maravillas, que quería ayudarlo a crecer y que llegara muy alto. Que el chico solo necesitaba un empujón para que brillara con todo su explendor.

Jisung era una especie de niño prodigio, pensaba, había tenido la oportunidad de ver sus proyectos. Definitivamente era un tesoro. Uno que se mantenia con candado, sin poder encontrar la llave para abrirse. Y Bangchan queria encontrarla. Nadie negaba que le había tomado cariño al menor, un chico sencillo, reservado, tímido, pero muy, muy apasionado. A quien le costó mucho confiar en el mayor cuando este le ofreció ayuda y todas las herramientas que necesitara. Changbin por su parte, y secretamente, deseaba con todo su ser que el chico lograse mostrar todo lo que tenía para ofrecer.

Secretamente también, no podia calmar sus nervios cuando Jisung aparecía con su mejor amigo, quien le acompañaba a todos lados, como una fortaleza. El rubio, a diferencia de Jisung, era extrovertido, hablador, siempre sonreía de manera radiante. Sus ojos brillaban tanto que Changbin no podía dejar de verlos, excepto cuando Felix le devolvía la mirada, el corazón del pelinegro enloquecía, haciendolo apartar la mirada.

No iba a negar que el rubio le gustaba, muchísimo, aunque no hablaran tanto, cada vez que lo hacían el mayor sentía sus manos sudar y su cuerpo inquieto. A veces queria salir corriendo de ahí, impulsado por la ansiedad que significaba que el menor le dedicara sonrisas. Sonrisas simples y cordiales que nada tenian que ver con las que Bin esbozaba cada que se perdía en ese encanto que Felix emanaba.

Nunca se animó a hablarle mas allá de lo usual, se sentia torpe y tonto, eso que gustar de alguien provoca. Pero disfrutaba los momentos en que comían los cuatro en la cafetería de la universidad, o cuando Jisung visitaba el estudio junto con él.
De alguna manera se sentía como si hubiese encontrado algo que le faltaba a su vida.

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Un día, donde el atardecer habia dado sus primeras señales para aparecer, Changbin caminaba por el jardín de la universidad, un espacio enteramente verde, sin muchos árboles, amplio, con caminos de piedra que conducían a otros edificios pertenecientes a la institución. Su mochila pesaba y sus gafas de marco grueso negro se resbalaban por su nariz, su pelo ondulado ya casi tapaba sus ojos molestandolo, por lo que de a ratos movía rapidamente la cabeza para apartarselo.

En una de esas, y cuando miró hacia el espacio verde, paró en seco.

Felix se encontraba recostado en el cesped, en forma de estrella, inmovil mirando al cielo. Solo. Al pelinegro le pareció curioso. Allí parado observando al menor, se perdió de nuevo en el ser que contemplaba, admiraba la libertad que el chico representaba y que pudiera hacer lo que quisiese donde quisiese, como en ese momento que Felix parecía absorto sin que nada le preocupase.
A Bin le pareció curioso, y como buen curioso soñaba con descubrir todo de su brillante rubio.

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