El hada y el abogado

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Jeongin estaba, sencillamente, harto. Su primo ya le había hecho diecisiete llamadas de las cuales solo atendió dos, donde Bangchan le pedía comunicarse con su mejor amigo, quien simplemente no quería atenderlo.

El chico que estaba muy apacible, tomando un té, en la isla de la cocina. Su celular a un lado volvía a sonar con una llamada entrante a la que no le prestó atención. Jeongin llegó exasperado a su encuentro, con su propio celular en la mano que volvió a sonar por milésima vez.

- ¿Puedes, por dios, atender al idiota? - Colgó la llamada con un bufido mientras su amigo lo observaba. - ¿Cómo estás tan tranquilo? Ten piedad de mí, sabes que si no lo atiendes me llama a mi.

El castaño dejó la taza vacía sobre la mesa, se acomodó su sweter oscuro en lo que se pegaba al espaldar del banquillo. Se encogió de hombros.

- Me gusta hacerle rogar. - Murmuró. El otro frente suyo pestañeó, impresionado.

- Eres un cínico. - Espetó, señalándolo.

Al segundo siguiente los dos se echaron a reir a viva voz. Por supuesto, Jeongin disfrutaba del sufrimiento de Chan pero no cuando lo llamaba incansablemente.

El celular del castaño volvió a sonar.

- Ya, atiendelo, o lo tendremos tocando la puerta en una hora. Sabes que es capaz.

El otro bufó divertido, tomó el insistente aparato, descolgó y se lo llevó a la oreja.

- ¡MINNIEEEEEE! - cortó la llamada.

- Me llamó "Minnie". - dijo arrojando el dispositivo a la mesa.

Jeongin blanqueó los ojos. Chan volvió a llamar. Esta vez Seungmin atendió y lo puso en alta voz.

- Tú nunca te cansas ¿cierto? - ese fue Jeongin, gritándole desde desde su lugar.

- A mi tampoco me agrada estar molestando con tantas llamadas pero ¿qué le hago si no me atiende?

- ¡¿Y yo que culpa tengo?!

- Que él está en tu casa.

Seungmin reía, disfrutando muchísimo la situación. Pero considerando que ya fue suficiente le habló al fin.

- ¿Me extrañaste? - Preguntó, al mayor que tardó un par de segundos en responder.

- Muchísimo. - Murmuró con la voz repentinamente ronca. El menor ya conocía esa voz, y podía verlo haciendo un mohin contra el micrófono. - ¿Tú me extrañaste?

- No.

De pronto tenían a un hombre de veintiseis años fingiendo llorar a través de la llamada.

Jeongin puso los ojos en blanco de nuevo.

- ¿Cuando vienes a ver los cerezos? Ya casi acaba la temporada.

- Planeo ir mañana temprano. Jeong irá luego más tarde.

- Estaré esperando. - Podía escucharsele la sonrisa enorme que se dibujó en su rostro antes de ser él mismo quien cortara la llamada.

Seungmin no se consideraba una persona muy expresiva, a diferencia de Bangchan, era alguien formal, sereno y que gustaba de ser malicioso con la única persona que no se tomaría esto demasiado personal.

Sus formas podían verse en sus acciones, en lo suave que trataba a los demás, en su tranquila manera de hablar, en las pequeñas sonrisas sinceras que le caracterizaban. Su personalidad reservada, cubierta con un porte elegante que lo hacía ver serio, pero con una voz capaz de sanar el alma.

Descubriendo maravillas del universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora