¿Qué habría pasado si Lord Voldemort hubiera tenido un hijo tan temible como el?
Harry Potter no solo se enfrentará a los renglones torcidos de esta historia. Si no ha algo mucho más aterrador... Aceptar que, Hermione Granger era todo para el.
Porqu...
La comida y las conversaciones entre todos habían sido muy amenas. Pude ver un poco más del amor entre una hija y sus padres. Ellos la miraban con orgullo. Y no era para menos... Hermione era maravillosa. En todo el sentido de la palabra.
Poco después, sus padres se habían ido a descansar dejándonos solos.
— Tus padres son muy amables. — ella sonrió.—
— Si, lo son. Extrañaba estos momentos. Y verte aquí, con ellos, fue muy especial para mi. — asentí.—
— También es especial para mi, poder compartir con ustedes. — acaricié su mejilla. — Me gustaría enseñarte algo... Pero tendríamos que irnos.—
— Está bien. — besó mi mejilla suavemente.—
Hermione dejó una nota a sus padres, para después salir de la casa. Corría un poco de aire frío, dado que todo estaba nevado. Era precioso ver todo así.
No hacían falta las palabras. Tenerla junto a mi, con su brazo rodeando el mío mientras contemplábamos el paisaje... Niños jugando en el parque, risas, juegos... Era sin dudar a dudas mágico.
— Cierra los ojos... — susurré mientras di un suave beso en su frente. —
Nos teletransporté segundos después.
— Puedes abrirlos... — los abrió lentamente, mirando alrededor.—
— Harry... Estamos... — sonrió lentamente. — Estamos cerca de Hogwarts. — asentí.—
— Si. Estamos a quince minutos más o menos caminando, hacia la escuela. — tomé su mano. — Pero quiero enseñarte algo más...—
Dimos unos pasos hacia la izquierda, y...
— Oh Harry... — Hermione sonrió emocionada. — Que sitio tan hermoso.—
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— ¿Te gustaría pasar? — ella me miró sonriendo mientras asentía.—
Abrí la puerta, haciendo que pasara ella primero, para después cerrar la puerta tras de mi.
Miraba todo con una sonrisa en el rostro.
— ¿Te apetece una copa de vino? — dije mientras le ayudaba a quitarse su abrigo, y colocarlo al lado de la puerta.—
— Si, me encantaría.
Abrí la botella de vino tinto, mientras llenaba por la mitad, las dos copas.
Le entregué una a ella, mientras nos sentábamos en frente de la chimenea.
— Este sitio es pequeño y acogedor. Es muy hermoso, de verdad. — dijo mientras tomaba un sorbo de vino.—
