Desastre En La Cocina

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Gojō Satoru es naturalmente bueno en cada cosa que se propone; siempre ha sido realmente privilegiado, aprendía rápido y aprobaba sus exámenes con simples repasos en lugar de tomarse toda la noche estudiando (Nanami podía detestarlo esos días, cuando llegaba al salón luciendo fresco y el rubio deseaba cinco minutos en silencio por su dolor de cabeza).

Por consiguiente, la cocina no pareció ningún reto. ¿Cuándo existiría algo que Gojō Satoru no podría hacer? Había buscado una receta para galletas que no fuera tan complicada y que no contuviera demasiado dulce y se dijo a sí mismo que las terminaría antes de que Suguru apareciera.

No obstante, hacer galletas fue complicado. Satoru estaba haciendo un verdadero desastre en la cocina, incluso podía jurar que había un poco de mezcla en su cabello, por sentirse frustrado. ¿No se supone que había sido bendecido para no errar en nada de lo que alguna vez se propuso?

Tal vez debería haber mentido, comprado las galletas y haberle dicho a Suguru que se las había preparado, sin embargo, una parte de Gojō estaba completamente seguro de que su mentira sería terriblemente notoria y, por supuesto, Getō le importaba lo suficiente para no mentirle de esa forma.

Por supuesto, nada tenía que ver con el hecho de que Suguru había recibido galletas días anteriores; lo había mencionado mientras almorzaban juntos y le ofrecía algunas de las galletas a Satoru. Estaba comiendo la segunda cuando Suguru confesó que se las habían regalado como agradecimiento por la ayuda en algún grupo de estudio.

Si Shōko lo hubiera visto buscando la receta para galletas, probablemente le diría que estaba siendo infantil al respecto, que seguramente no era la primera (ni la última) vez que Suguru recibía un detalle.

Aun así, algo dentro de Gojō quería que las galletas quedaran bien para entregárselas a Suguru cuando llegara. Obviamente, su plan fue terriblemente frustrado por las mismas galletas, justo cuando pensó que tendría un poco de tiempo para intentar arreglar el desastre, los suaves golpes en la puerta le dijeron que era demasiado tarde.

Getō sabía que estaba ahí, por lo que intentar escabullirse, tampoco era opción factible. Se lavó las manos en el lavadero, se quitó el mandil que llevaba puesto e intentó arreglar su ropa lo mejor que pudo; su cabello siempre era un desastre, completamente diferente al cabello siempre presentable de Suguru.

Abrió la puerta, los ojos del otro automáticamente se dirigieron hacia su cabello; Getō no pudo evitar reírse de él, incluso cuando Satoru hizo un puchero al ser el objeto de la burla. Suguru entró al lugar para inspeccionar el desastre, descartó su mochila en una de las sillas del comedor y arremangó su camiseta de manga larga, lo suficiente para no ensuciar sus mangas.

—¿Qué intentaste hacer?

Bien, Satoru no era un mal cocinero, Suguru lo sabía también, después de todo, cocinar para sí mismo fue de las primeras cosas que había aprendido. Sin embargo, hornear probablemente no estaba en su lista de cualidades. Tal vez si intentaba hacer un postre sin horno terminaría igual, quién sabe.

Su puchero se intensificó y no mencionó nada, acostándose sobre la barra de la cocina y ocultando su rostro, mientras Suguru suspiraba e intentaba recoger el desastre.

—Galletas —le dijo, justo cuando Suguru terminó de recoger su cabello en una coleta alta. Estaba de espaldas a él y se volteó tan pronto lo dijo, Satoru no se atrevió a mirarlo a los ojos, desviando la mirada rápidamente.

Esperaba la risa de Suguru, incluso que dijera que era un pésimo intento. No esperaba sentir el peso de la mano del otro en su cabeza, acariciando su cabello. Los ojos azules de Satoru rápidamente se dirigieron hacia el rostro del chico, encontrando una pequeña sonrisa que lo hizo sentir cálido por dentro.

—Sé hacer galletas —le confesó, mientras ordenaba los ingredientes que Satoru había comprado—. Te enseñaré.

Definitivamente, no era la tarde que Satoru hubiera esperado. Sin embargo, no podía existir arrepentimiento dentro de él mientras se movía por la cocina del departamento con el otro chico, mientras seguía las instrucciones dadas y también aprovechaba para poner un poco de mezcla en el rostro de Suguru solo para molestarlo y esto le era regresado como venganza.

No podía arrepentirse cuando horas después, estaba en su sala, viendo una de las películas favoritas que tenían en común y Suguru se comía las galletas que habían preparado juntos; no demasiado dulces, perfectas. Como la tarde de ambos.

 

Alba (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora