Sábado En La Cama

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Getō camina hacia el comedor de la casa, justo en el momento en el que tocan el timbre. Mimiko y Nanako voltean a verlo, inmediatamente preguntándole si ordenó algo para comer. El pelinegro, con su celular en la mano y con el cansancio pesándole en cada una de sus extremidades, niega.

Ciertamente les dijo que lo mejor sería ordenarles algo, no tenía energía alguna para levantarse y cocinar después de casi dos días cuidando de ambas por una fiebre repentina; si cuidar de un niño era complicado, Suguru siempre detestaba que las gemelas enfermaran al mismo tiempo, incluso si una lo hacía primero.

Esto siempre fue más fácil cuando estaban con sus padres, cada uno tomaría un turno con una gemela mientras alguno descansaba. Pero ahora había estado solo, Nanami le había dicho que si lo necesitaba le llamara (Gojō también lo mencionó, pero Nanami y las gemelas parecían haber... conectado, de una forma diferente), sin embargo, Getō se encontró incapaz de llamarle a cualquiera de los dos.

Demasiado ocupado con las niñas y demasiado ocupado en mantener su mente en calma mientras hacía todo lo posible para que la fiebre bajara. Cuando las gemelas finalmente se estabilizaron, pudo desplomarse en el sillón y dormir un par de horas hasta que ellas lo arrastraron a la cama, dónde durmieron hasta tarde.

Podrían haberse quedado en cama todo el día, era sábado después de todo, pero los estómagos de los tres rugieron con fuerza.

Nanami y Mimiko se mostraron pacientes, emitieron ideas aquí y allá de lo que podrían comer juntos, mientras veían a Suguru tomar su celular, listo para buscar y ordenar algo; a Getō les gustaba observarlas de esa forma, todavía un poco más pálidas de lo normal pero llenas de energía que no pensó que extrañaría.

Por supuesto que no había esperado el timbre.

No tenían ninguna visita programada y ninguno de sus vecinos podría ser la persona detrás de la puerta. Las chicas lo miraron, expectantes.

Cuando abrió la puerta, el cabello blanco inconfundible de Satoru Gojō le saludó; sus ojos estaban parcialmente descubiertos por los anteojos negros que se habían bajado en algún momento. En sus manos, llevaba dos bolsas con comida (el olor era inconfundible) y tenía una sonrisa pintada en su rostro, la misma que usaba cuando tomaba la mano de Getō y lo arrastraba a un nuevo lugar, a una nueva aventura.

El cerebro dormido de Suguru, procesa la siguiente información:

Número uno, Satoru Gojō está parado en la puerta de su casa.

Número dos, trae comida, Suguru reconoce las bolsas y el olor; es de su restaurante favorito y por la forma de la segunda bolsa, parece la comida favorita de las gemelas. Suguru se lo mencionó una sola vez, pero parece que el otro chico lo memorizó.

Número tres, está usando pijama, su cabello es un desastre, probablemente hay ojeras pronunciadas en su rostro.

Puede sentir el rubor subir por su rostro, toda la alegría que amenazó con explotar en su pecho parece haber encontrado un nuevo lugar en sus mejillas.

Si estuviera más despierto, probablemente hubiera entrado en pánico; tal vez le hubiera cerrado la puerta en la cara. En su lugar, se queda quieto, mientras la sonrisa de Gojō se hace aún más grande, achicando sus ojos en una sonrisa familiar para Suguru.

Suguru espera algún comentario sobre su apariencia, completamente diferente a la que acostumbra mostrar en la facultad. Gojō alguna vez había mencionado que jamás se le había visto despeinado, por más que él los hiciera correr.

En su lugar recibe un:

—¡Comida a domicilio!

Las gemelas se iluminan al instante, como si alguien les dijera que la navidad se ha adelantado; Satoru no duda en mostrarles la comida que les ha comprado y las niñas lo arrastran hacia el comedor. Suguru los ve pasar, todavía intentado procesar por qué Satoru está aquí.

—¡Suguru! —Le llama, sacándolo por completo de sus pensamientos. Hay un rubor en sus mejillas también, no sabe si de la carrera de haber llegado hasta la casa o de la situación.

Getō decide dejarlo pasar.

—Me lo acabaré —anuncia, señalando la bolsa que descansa sobre la mesa. Las gemelas parecen estarse repartiendo sus platillos, peleando porque una tiene más que otra (no es así a ojos de Getō, pero debería intervenir).

Suguru sabe que es un mal mentiroso; es la misma persona que lo ha sacado de la biblioteca en periodo de exámenes, el mismo que le manda recordatorios de que debe comer, cuando Getō está demasiado preocupado por rendir en un examen.

Así que se permite sonreír, mientras cierra la puerta y camina hacia la mesa para comer con todos ellos.

Si Suguru Getō pudiera leer mentes, sabría qué:

Número uno, Satoru Gojō pensó que llegaría tarde. Que no hubiera podido hacer nada por él. No esperó llegar justo a tiempo, pero estaba orgulloso de haberlo hecho.

Número dos, siempre ha sabido que Suguru Getō es hermoso y más de una persona en la facultad puede compartir su opinión. No obstante —y cualquier persona podría llamarlo inevitablemente enamorado, a Satoru no le importaría— Suguru nunca le pareció más hermoso que cuando le abrió la puerta. También tan… alcanzable.

Cualquier persona podría verlo caminar por los pasillos, con su cabello lacio e impecable en su acostumbrado moño y su flequillo, su estilo único e impecable, junto a su sonrisa pequeña y linda. Pero Satoru había tenido el privilegio de verlo en pijama con el cabello desordenado y simplemente seguía siendo tan hermoso como la primera vez que lo conoció.

Número tres, tenía el pensamiento de jalarlo hacia sí, tomar su mano y arrastrarlo hacia el comedor. Cuidar de él, quedarse aquí y pertenecer.

Lastimosamente, Suguru no era un lector de mentes. Aunque las palabras siempre estaban al borde de los labios de Satoru, listos para escaparse algún día que bajara la guardia lo suficiente. Para finalmente atravesar la fina distancia que existía entre ambos.

—No es lo suficientemente dulce para tu gusto —finalmente le respondió, tomando su lugar habitual en el comedor, Satoru se sentó frente a él.

Puso orden en la pelea improvisada de las gemelas —había tenido que cambiar su comida de plato para demostrarles que tenían la misma porción de comida—, pero después de eso los cuatro pudieron comer de forma tranquila.

(Y si después de eso, las chicas empezaron a ver a Satoru como una especie de súper héroe por haberles llevado su comida favorita, bueno, eso solo pareció volverlo más presumido y seguro alrededor de la familia de Getō.

Al final, Suguru si pudo disfrutar de un sábado en la cama, después de la comida, junto a tres de sus personas favoritas: Mimiko, Nanako y Satoru.

Y no cambiaría eso por absolutamente nada).

Alba (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora