La risa más dulce

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La risa de Suguru llega a sus oídos a pesar del aire que le impide hablar en un tono normal y lo ha tenido casi gritando para que el otro pueda entender su voz sobre el ruido de la autopista, sobre el viento.

A Gojō le gustan estos viajes en la motocicleta de Suguru, la misma en donde se niega rotundamente a subir a sus hermanas o cualquier persona sino lleva un casco extra. Le gusta tener un pretexto para poner sus manos sobre Getō (aún si eso jamás ha sido un impedimento).

El comentario que acaba de decir se escapa de su mente, borrando por completo la burla que brotó de sus labios. Se había inclinado lo suficientemente cerca de Suguru, diciéndolo como una broma privada entre ambos; el mismo tipo de bromas que suelen murmurar en los pasillos de sus facultades. A Gojō realmente le gusta la facilidad con la que se vuelven el uno al otro, como los labios de Suguru están tan cerca de su oreja y solo él puede escucharlo. Así como acercarse él mismo, como ahora.

Pero las risas largas y estruendosas de Suguru siempre lo toman con la guardia baja. Como sino pudiera creer que lo ha hecho reír de tal forma; Suguru regala sonrisas pequeñas, nihilistas según el criterio de Mei Mei. Sus risas siempre son cortas, a veces demasiado bajas.

A Satoru le gusta provocar sonrisas en Suguru que permite a sus dientes asomarse en una gran carcajada, le gusta escucharlo reírse al aire libre, justo como este momento. Le hace sentir que solo son ellos dos en el mundo, como si pudiera crear una barrera qué los envolviera y los separara del resto.

A su mente llega brevemente su discusión de Utahime, días atrás. Aunque no sabe si puede llamarlo discusión cuando fue ella la que se molestó y empezó a gritarle durante todo el camino juntos; Gojō, a su lado, trató de sofocar lo mejor que pudo sus carcajadas.

No era su culpa, después de todo. Shoko le había pedido darle un mensaje a la chica y ¿no era Satoru muy amable por haberle dicho en persona? (Que la probabilidad de encontrarse con Suguru en persona fuera alta, solo parecía ser una afortunada casualidad).

Aunque Utahime no lo había tomado de esa manera, le había dicho que se fuera, que estaba distrayendo a sus compañeras y, por ende, a las chicas de primer semestre que estaban instruyendo. Gojō realmente quiso hacerle caso, pero una de esas mismas chicas se acercó a preguntarle algo y él fue demasiado amable de responder.

Como sea, Utahime había terminado abruptamente con la clase, había tomado su mochila y le había dicho que la siguiente; pasó todo el camino discutiendo con él, diciéndole que no era posible que se apareciera de la nada. La plática hubiera sido más extensa —Gojō todavía ni siquiera le había respondido apropiadamente para molestarla más—, sino fuera por la aparición de Shōko.

Utahime cortó el argumento, incluso pareció olvidar que existían más personas alrededor. Gritó el nombre de Shōko al momento que salía corriendo hacia los brazos de la otra chica, que ya la esperaba con los brazos abiertos.

Haibara —que acompañaba a Shōko hasta ese momento—, no tardó en aparecer al lado de Satoru, uniéndose a él para observar cómo ambas parecían olvidar momentáneamente que tenían compañía, para después escuchar como Utahime se quejaba de la presencia de Satoru y como Shoko solo terminaba riéndose de la situación, negando con diversión y dejando que sus ojos se fijaran en su amigo solo un momento y luego volviendo a reír.

Haibara dijo después que cuando Shōko y Utahime estaban juntas, parecía que la risa de Shōko era más suave, incluso más dulce; no había escuchado jamás una risa igual.

Satoru había tarareado, sin emitir una opinión; ambos habían decidido dejar a las chicas y siguieron su camino. Ese día no se encontró a Suguru, lo cual fue una completa lastima.

¿Pero ahora? ¿Mientras sus brazos se aferran alrededor del pelinegro y, está completamente seguro, que si se acerca lo suficiente podrá sentir la risa de Suguru? Ahora siente que ninguna otra risa es comparable con la de Getō, sus oídos jamás han escuchado nada mejor que la risa del otro chico en medio de la carretera.

Es su risa la que quiere seguir escuchando por el resto de su tiempo juntos.

Y cuando se detienen en un semáforo en rojo y Suguru finalmente voltea a verlo, con una sonrisa que es todo dientes resplandecientes, Satoru no puede evitar regresarle la sonrisa y pensar en otra cosa qué decir para volver a provocar otra carcajada, mientras continúa aferrándose con fuerza a su compañero.

Satoru pensaría que el camino en la motocicleta sería más corto, pero si Suguru tomó el camino más largo, tampoco es como si quisiera quejarse, mientras se inclina y siente el retumbar de las carcajadas del otro chico por los comentarios de ambos. Después de todo, no hay nadie esperándolos y si este pequeño tiempo que tienen a solas es el paraíso, Satoru lo prolongara el mayor tiempo posible. 

Alba (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora