Un beso de la buena suerte

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—¿Qué tal un beso de la buena suerte?

Tan pronto las palabras salen de sus labios, Satoru siente que se congela levemente, continúa sonriendo, lentes de sol ligeramente bajos y culpará al sol del sonrojo en sus mejillas.

Puede también notar que Suguru se tensa, volteando a verlo ligeramente sorprendido. Lo comprende, ninguno de los dos ha hablado sobre qué son o que significan todos esos días en los que Satoru se ha quedado en casa con él y las gemelas o todas las tardes libres qué han pasado juntos (¿fueron citas realmente?)

Tampoco han hablado de que siempre parecen estar juntos últimamente, al punto de qué los reconocen en sus debidas facultades y les preguntan por el otro. (Sin mencionar los rumores explícitos de que son novios qué ninguno se ha tomado la molestia de contradecir).

Y, a pesar de las múltiples veces que Shōko le ha dicho a Satoru que está siendo un cobarde y debería invitar a salir oficialmente a Suguru, que sus sentimientos son correspondidos y que cualquier persona que los viera juntos lo podría confirmar, había una pequeña astilla de miedo plantada en su pecho. Como si la ambición de querer ser más logrará que lo que tenían se derrumbara en un abrir y cerrar de ojos.

Y esto, lo que sea que tuvieran, era demasiado apreciado para Gojō; tomaría esto y lo envolvería para protegerlo si pudiera. Sin embargo, mentiría si dijera que no deseaba más; presumir a Suguru como su novio frente a todos, sin temor a estar dando un paso en falso.

La sonrisa que Getō le devuelve es encantadora, aunque pequeña, es una que ha visto muchas veces. La sorpresa se ha ido de su rostro y se ha acercado lo suficiente a Satoru como para aumentar el rubor en su rostro. Pero la incertidumbre ha disminuido de Gojō, sabe que si esto fuera a salir mal, Getō ya se hubiera dado la vuelta.

Pero se queda.

—Pensé que el gran Satoru Gojō no necesitaba suerte.

Satoru ríe, recordando las conversaciones anteriores donde ha dicho eso. Se acuerda de la cara de Nanami cuando mencionó esas palabras; demasiado confiado en su gran memoria y en su estudio rápidos de las lecciones.

Sin embargo, para este último examen sí ha estudiado, no porque desconfíe de sus habilidades, sino porque Getō lo había dicho como condición para salir juntos a la casa vacacional de la familia Gojō (aunque por la forma en la que Nanami lo había visto, también desvelado y sobreviviendo a base de café, supuso que fue una forma de solidaridad con el rubio) (Ciertamente Gojō ha bromeado menos con él en estos días)

—El beso de Suguru podría ser mi amuleto de la suerte.

Sus mejillas enrojecen un poco más, las mejillas de Suguru también, pero ninguno se aparta. Los ojos de Getō bajan a los labios del otro y Satoru siente que el mundo podría detenerse en ese momento.

En realidad, no sabrían decir si el que acortó la distancia fue Satoru o Suguru (y ambos preferían pensar que se encontraron en el medio, como dos fuerzas destinadas a encontrarse a la mitad del camino de forma inevitable).

Los labios de Suguru son más delgados, pero se sienten dulces de alguna forma. Besar a Suguru se posiciona rápidamente como su cosa favorita en el mundo; como un momento por el que ha esperado más de lo que realmente lo hizo.

Estar con Suguru en general siempre se ha sentido como regresar a un hogar, como si hubiera estado demasiado tiempo fuera, siendo la persona que necesitaba ser en lugar de la que realmente era, demasiado lejos y perdido para regresar pero añorando con fuerza hacerlo.

Besar a Suguru se siente como la última pieza de rompecabezas, lo que hacía falta para terminar de encajar en la vida del otro.

Se siente como decirle he vuelvo a casa, después de un muy largo viaje.

Los labios de Getō, por su parte, parecen decirle bienvenido.

Toman aire, teniendo que separarse y luego vuelven a besarse; a ojos cerrados, Satoru parece deslumbrar otro tiempo, a un Getō con el cabello un poco más largo y vestido de monje, puede verse a sí mismo con una especie de uniforme y con ojos protegidos por una prenda gruesa.

También parece verse, contemplando el horizonte, apreciando el atardecer sin verlo realmente. Solo pensando en Suguru, en volver a él, en esconderlo (protegerlo) para siempre.

Su mano busca la contraria y lo aprieta, volviendo a la realidad, al presente. Sus ojos estudian el rostro de Getō, no por primera vez, pero siempre ha existido en él una familiaridad en especial.

Como si siempre lo hubiera amado.

Como si todos los caminos empezaran y terminaran con él.

—Llegaras tarde —le recuerda.

Pero no se siente de esa forma, Satoru siente que ha llegado justo a tiempo, en el tiempo correcto, donde no existe ningún poder o responsabilidad que le haga soltar la mano del otro chico. Podría pelear una guerra por ello.

—Ten una cita conmigo —dice, en lugar de tomar sus cosas y apurarse. Hay compañeros que empiezan a correr hacia el salón para su última examen. A Satoru, sinceramente, no le interesa lo suficiente.

La sonrisa de Suguru es amplia, todavía demasiado cerca del otro chico. Es una sonrisa hermosa y Satoru siente su pecho calentarse al pensar en que esta dedicada exclusivamente a él.

Antes de que pueda responder, le interrumpe. —Ten una cita conmigo —le repite—, como mi novio.

Si es posible, la sonrisa en el otro chico, crece. —Después de los exámenes —acepta.

Satoru sonríe, reflejandolo, suelta su mano a duras penas y se marcha hacia su salón de clases. Suguru hace lo mismo, pero voltean a verse ocasionalmente, cautivados el uno por el otro.

Ese momento, ese día, se siente como la primera luz del día. Simplemente perfecto.

Como siempre debió haber sido.

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*Cambia descaradamente la descripción* ustedes no han visto nada uwu
Irónicamente fue este capítulo el que me hizo hacer la semana 3 para el satosugu. Llego terriblemente tarde a terminar con el reto; resulta que me gradué, me titulé y conseguí trabajo. Así que fue demasiado para procesar, lamento la demora.

Hay una parte de mí que está sumamente feliz con Alba. Espero también lo hayan disfrutado y, sobre todo, valga la pena todo lo que me tardé.

¡Gracias por leer!

Alba (Satosugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora