26. Su princesa, su alma gemela y yo.

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Andy:

El primer recuerdo que tengo de Alice es de cuando tenía seis años.

Fue justamente en mi cumpleaños.

Mi padre no llegaba aún, así que mi mamá y yo cortamos el pastel mientras cantábamos feliz cumpleaños sin él. Recuerdo lo triste que estaba, en mi pequeña mente no lograba comprender por qué mi padre no llegaba al cumpleaños de su único hijo. Más tarde comprendí que no era el único, ¿Irónico cierto?

Como sea, mi padre llegó en la tarde y mientras mi madre le recriminaba a gritos su falta de "paternidad" como lo llamaba ella, él se acercó a mí y me dijo que me tenía una sorpresa.

Yo estaba más que emocionado por eso, digo, ¿qué niño no se emociona por una sorpresa?

Comenzamos a caminar tomados de la mano y reconocí el camino hacia el parque, me emocioné mucho y comencé a caminar más rápido para llegar cuanto antes y comenzar a jugar en los columpios.

Sin embargo, la emoción que yo tenía reflejada en mi cara mi padre no la tenía. Me tomó del hombro y se arrodilló en el suelo para poder quedar a mi altura. Su expresión era muy seria, él estaba siempre sonriendo y bromeando, pero hoy desde que había llegado a casa su boca solo formaba una línea completamente recta.

Yo aún continuaba sin entender su actitud, el parque estaba justo ahí, era tan solo entrar y listo, no entendía su comportamiento.

Y entonces de su boca comenzaron a salir las palabras que sin saberlo cambiarían mi vida.

–Andy, mi pequeño príncipe. Ya hoy cumples seis años, es hora de que conozcas a alguien.

Con su cabeza me indicó que mirara hacia atrás, y al hacerlo la vi.

Era una mujer alta, de cabello rubio y tan delgada que parecía un esqueleto, como los de la escuela. A su lado había una niña de unos once años con el mismo cabello rubio, pero no tan delgada, y en el centro de ellas estaba jugando la niña más pequeña que había visto en mi vida.

Debía llegarme al pecho su pequeña y roja cabecita.

Era también la primera niña que conocía con el cabello rojizo como el mío y el de mi padre, y no sé por qué me sentí muy feliz por eso, por ella.

Le pregunté a mi padre por la pequeña y misteriosa pelirrojita que me miraba llena de emoción desde el parque. De hecho era la única que se alegraba de verme, porque las dos rubias me miraban llenas de desprecio.

–Príncipe, ¿vez a esa pequeñita de ahí? Es a ella a quién quiero que conozcas. ¿Te parece bien?

En mi mente sí me parecía bien, no tenía muchos amigos, me encantaba la idea de conocer a esa niña así que asentí y corrí hacia donde estaba.

La forma más hermosa de suicidarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora