14. Todas las pelirrojas son brujas

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Thomas:

–Y esas son las treinta y cuatro razones por las que hay que ir a la fiesta.

–Thomas, solo te pregunté la hora. No dije nada sobre una fiesta. ¿Estás bien?

Convencer a Elizabeth fue un poco complicado, pero Susan era cosa fácil, solo debía presionar un poquito en ciertas partes.

–Te decía que Andy nos invitó a una fiesta de disfraces, que mi prima y yo vamos a ir, y quería saber si tú vendrías también—mi amiga me debería estar mirando como si le hubiera dicho que era un pedófilo asesino de niños y en realidad no la podía culpar, ese que hablaba no era yo, era mi desesperación por acercarme a Andy.

–¿Tú queriendo ir a una fiesta? Claro. Y Hitler donaba dinero a los niños judíos. ¿En serio estás bien?

–Sí Susan, te dije que quería ir a una fiesta no que iba a iniciar una Guerra Mundial.

–Thom no te ofendas, pero eres un introvertido total, lo más cerca que has estado de una fiesta es cuando acompañas a Elizabeth en sus resacas. Así que es normal que me resulte raro que de la nada quieras ir a una.

No es raro, Susan. Llevo enamorado del mismo chico diez años y si él me lo pide iría hasta el mismísimo infierno.

Eso pensaba, pero claramente no se lo diría, y menos por teléfono.

–Solo quiero salir un poco de casa y de paso acompañar a Elizabeth, hay una chica que le gusta que irá a la fiesta—sí, estaba usando a mi prima y los problemas en mi hogar como escusa y me sentía muy mal, pero las ganas de ir con Andy de fiesta superaban ese malestar.

–Oh. Ya comprendo. Si ese es el motivo, claro que.. Ya te estoy viendo frente al café, voy a colgar.

–Vale—inmediatamente guardo mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón y busco con la mirada a Susan. La localizo un poco lejos de mí por lo que mientras la espero me dedico a verme en uno de los cristales del café.

Llevaba un pantalón rojo con una cadena que colgaba desde el cinturón hasta un bolsillo, un pullover negro que me quedaba un poco ancho con el símbolo de los Akatsuki en la parte de adelante, unas zapatillas negras y un par de gafas rojas con el mismo símbolo de la camiseta. Para mí iba superbién arreglado, pero para los demás debía verme como todo un friki, eso no me importaba en absoluto, si Andy me había enseñado una cosa era a que no me importara la opinión de los demás y se lo agradecía.

–Ya estoy aquí—me giro para ver a mi amiga y al ver su outfit comienzo a reír. No me malentiendan, no me burlaba de ella, es que era casi idéntico al mío.

Llevaba una falda roja un poco corta, unas zapatillas negras, un pullover negro con Kurama delante que se encontraba metido por dentro, llevaba el cabello castaño suelto y unas gafas redondas rojas.

Debíamos parecer unos locos satánicos como nos llamaba la gente, pero para nosotros llevábamos ropa de calidad, con exceso de flow.

–Te he dicho miles de veces Susan que no me espíes para ponerte la misma ropa.

–Eso mismo te digo a ti Thom. ¿Vamos a entrar o nos quedaremos aquí esperando nuestra muerte para poder renacer?

La forma más hermosa de suicidarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora