4. Asesinatos

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Thomas:

Mi vida no siempre fue así. Hace algunos años atrás mi padre era un hombre bueno, trabajador y decente. Todo cambió con ese accidente. Mi padre sobrevivió, pero murió su otra mitad y ese buen hombre la acompañó a la tumba. Solo quedó el borracho desempleado y con problemas de ira que tenía delante. Era un desastre de persona, pero seguía siendo mi padre.

–Vamos, te ayudaré a ponerte de pie. Ya viene el taxi—intentaba poner en pie a un hombre de cuarenta años con un ligero sobrepeso y medio inconsciente por el alcohol, era una tarea difícil y mi espalda me lo recordaría mañana. Intentaba mantener el equilibrio, pero mi padre se puso a bailar y a cantar y obviamente estuvo a punto de caerse. Fue salvado por mi prima quien colocó el brazo de mi padre por detrás de su cabeza para que este mantuviera mejor el equilibrio.

–Sobrinaaaa—mi padre no paraba de gritar y bailar por lo cual algunas personas nos miraban mientras reían y otras incluso grababan con sus móviles. Era una escena vergonzosa para cualquiera excepto para mi prima y para mí, habíamos pasado ya por cosas peores.

Recuerdo que un día mi padre se puso superborracho en un restaurante y se puso a intentar bailar con una mesera a la cual llamaba pingüino. Ese día yo y mi prima tocamos fondo, nada que él hiciera podía hacernos pasar más vergüenza que aquel día.

–Vamos tío, sube al taxi.

Después de unos diez minutos de intentar explicarle a mi padre que el taxista no lo iba a drogar y vender sus órganos logramos que subiera al auto y emprendimos nuestro camino a casa. Mi padre se durmió en el viaje y yo mataría por hacer lo mismo. Me había desvelado la noche anterior, hoy había madrugado y ya eran las doce y media y aún estaba despierto, mis ojos prácticamente se cerraban solos. Pero no podía dormir, aún faltaba la peor parte.

Pasados unos veinte minutos llegamos a nuestra casa. Entre mi prima y yo bajamos a mi padre del taxi, le pagamos al chofer y logramos meter con mucho esfuerzo a mi padre en casa. No había despertado aún, así que lo dejamos acostado en el sofá mientras descansábamos nuestras espaldas.

–La noche va a ser tranquila—quería creer eso y al parecer mi prima también porque asintió en respuesta.

–Iré a tomar una ducha y luego a dormir.

–Yo iré directo a dormir, la ducha será mañana—mi prima fingió una arcada y yo le dediqué mi dedo del medio mientras reía. Pero nuestros planes se hicieron pedazos.

–¡¿De qué se ríen malditos infelices?!—mi padre había despertado y estaba como loco. Desde el accidente él sufría ataques de ira y nosotros siempre pagábamos las consecuencias. Rápidamente, miré a mi prima la cual estaba estática aún en su lugar.

–¡Corre Elizabeth!—fue todo lo que pude decir. Mi prima salió corriendo escaleras arriba y mi padre se dispuso a seguirla, pero yo le corté el paso.

–¡Déjame pasar!

–¡Déjala en paz!—me dolía ver a mi padre así, no soportaba gritarle, pero no dejaría que lastimara a Elizabeth—¡Ella no es mamá, déjala tranquila!

–¡No te atrevas a hablar de tu madre! ¡Ella esta muerta por tu culpa!—mi padre estaba completamente fuera de sí. Tomó un florero que había sobre la mesa de la sala y me lo arrojó a la cara. El cristal se rompió y un pedazo de este se incrustó en mi mejilla. Me dolía muchísimo, pero debía ser fuerte, no lo dejaría subir.

–¡¿Thom, estás bien?!

–¡Tranquila, Eli, no fue nada!—la herida me dolía mucho y estaba soltando mucha sangre, pero no preocuparía a mi prima en vano, por otro lado, a mi padre no le importaba mi estado, él estaba muy ocupado buscando otros objetos que lanzarme.

La forma más hermosa de suicidarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora