Uno

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Alex llegó a la sala de interrogación con paso firme y la mirada más fría y seria que jamás había cruzado su rostro.

Se detuvo en la puerta marcada con el número tres. Suspiró lentamente, dejando salir todo el aire de sus pulmones. Volvió a llenarlos sin prisa en un intento por calmar el palpitar de su corazón.

Intentó entrar a la habitacion donde se encontaba el detenido, pero su jefe le impidió el acceso.

— Abre la puerta. — exigió ella.

— No puedo dejar que entres.

— No...

—Estas demasiado involucrada en esto. No puedes interferir.

— ¡Necesito respuestas!

— Y yo necesito que te controles, detective.

No dijo nada, simplemente se paró frente al gran vidrio que separaba la sala de interrogación del pasillo.

— ¿Ah dicho algo? — le preguntó a John, su jefe y capitán de la unidad de detectives de la estación de policía donde trabajaba.

— No— respondió él — Lo único que ha pedido es hablar contigo. Después, nada.

Alex miró a John y luego a la persona que estaba tras aquel cristal.

—Entonces tengo que entrar.

—Alex...

—Solo hablara conmigo, John. Si quieres una confesión, tengo que entrar.

Sin decir más, fue a la puerta y antes de abrir ,Winn, que también estaba ahí, la detuvo por el brazo.

— Sé que esto es difícil para ti— dijo su compañero con una mirada llena de lastima. Mirada que Alex odiaba —Pero, trata de mantener un poco la calma, ¿Quieres?

Alex se soltó y por fin entró a la habitación.

Era un lugar frio, sin ventanas; solo una mesa y una silla colocadas en el centro de la habitación donde el detenido estaba sentado. Él ni siquiera se molestó en mirar a Alex, tenía las manos sobre la mesa, en sus muñecas descansaban las esposas que horas atrás colocaron los policías en la escena del crimen.

Alex se quedó junto a la puerta por unos minutos, observando a aquella persona. Esperando que tuviera algún tipo de reacción.

La detective, avanzó con cuidado al centro de la habitación. Tomó la otra silla y se sentó frente al detenido. Esperó unos segundos, pero siguió sin suceder nada.

No era la primera vez que se enfrentaba a un asesino con esta actitud. Mujeres y hombres que se negaban a hablar y mantenían la mirada clavada en el espejo frente a ellos. Siendo muy conscientes de que eran observados, pero disfrutando ser el centro de atención. Todos aquellos sujetos eran personas que la mayoría de las veces no tenían conciencia de lo que habían hecho, pero también se había topado con algunos que parecían no tener sentimientos, y sin embargo, siempre había un motivo.

El trabajo de Alex era descubrir ese motivo sin importa lo difícil o doloroso que pudiera ser.

Pero esta ocasión era diferente, era especial y perturbadora. Esta vez era más difícil porque ella la conocía.

— Pediste hablar conmigo — al escuchar la voz de Alex, el detenido por fin dirigió su atención a la detective. Clavó la mirada sobre ella, quien por un segundo sintió miedo. No había nada en aquello ojos. Ningún tipo de sentimiento, mucho menos tristeza o arrepentimiento. Eran ojos sin vida, a pesar de que su dueño seguía respirando — Vamos a hablar de lo que pasó... ¿Por qué lo hiciste?

El detenido, se inclinó hacia delante y con una angelical sonrisa en los labios siguió mirando a la joven detective

— ¿Qué fue lo que le pasó a mi amiga?

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