Cuatro

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Así, comenzaron los meses más felices de la vida de Lena.
A pesar de que las dos venían de mundos muy diferentes, encontraron la clave para tener una relación perfecta, tranquila y llena de felicidad.
Kara se ganaba la vida trabajando como mesera en un café muy concurrido que se encontraba frente a la escuela de psicología, por lo que siempre estaba lleno de estudiantes y eso la mantenía más que ocupada.
Aquel día, no era la excepción. No había mesas disponibles, había personas esperando y Kara no dejaba de correr de un lado para otro. 
— Perdón por la demora ¿Qué es lo que desea ordenar?— preguntó al llegar a una de las mesas sin siquiera mirar a los comensales para tomar su orden.
— Quiero una gran orden de besos, por favor.
Kara escribió en su libreta la orden. No se dio cuenta de lo que le habían pedido, hasta que escribió la última palabra. 
— ¿Cómo dice? — levantó la mirada y se encontró con una joven sonrojada que la miraba nerviosa, con las manos levantadas a la altura de su rostro, como diciendo que no había sido ella. Luego señalo al frente y la mesera la siguió.
— Hola — saludo Lena muy divertida, ya que fue ella quien hablo.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
— Tenía ganas de café, y quiero presentarte a mi mejor amiga. Alex — Kara vio a la otra chica y le sonrió.
— ¡Kara!— gritaron desde la cocina.
— Tengo que…
— No te preocupes, ve. Nosotras esperamos a que termines.
°°°
— ¿Qué te pareció, Alex? — preguntó Lena mientras caminaba junto a Kara tomadas de la mano.
— Creo que es una buena persona, y se nota que te quiere mucho. Aunque, es algo intimidante — Lena rio a carcajadas y detuvo su andar.
— Kara, para ti todo el mundo es intimidante.
— No es verdad.
— Pero tienes razón. Alex si es intimidante.
— Por cierto, ¿A dónde vamos?
— Justo aquí — Lena abrió la puerta de lo que parecía un gran local.
— ¿Qué es esto? — preguntó Kara una vez que estuvieron adentro.
— ¿Es lindo verdad?
— En realidad no — Kara miró a su alrededor.
El lugar estaba lleno de polvo y seguramente había permanecido mucho tiempo abandonado. Observándolo con un poco más de detenimiento se dio cuenta de que el lugar no estaba abandonado, sino en construcción y por las cosas que había supo de lo que se trataba
— ¿Lena…?
— Aún está en construcción, pero muy pronto, será el mejor restaurant de la ciudad.
Kara no podía creerlo, se quedó sin palabras.
— Yo no… ¿por qué?
— Un día me dijiste que uno de tus seños era poder tener tu propio restaurante, así que quiero ayudarte. Yo no pude cumplir mi sueño, pero quiero que cumplas el tuyo.
El sueño de Lena siempre había sido ser una gran bailarina. Lo llevaba en la sangre, tenía una excelente técnica, era natural en ella, pero los planes de su padre era diferentes. No le permitió entrar a la academia de artes y en su lugar, la obligo estudiar economía en la mejor universidad del país. Era hija única, su madre había muerto y su padre quería que se hiciera cargo de la empresa que había pertenecido a su familia durante generaciones. Así que cambió las zapatillas por libros de contabilidad y contratos que la mayoría de las veces terminaban diciendo exactamente lo mismo.
— No puedo aceptarlo, Lena. Esto… no estaría bien.
Lena sonrió y tomó a Kara de las manos.
— No es un regalo. Es un negocio, una inversión. Voy a ser tu primer inversionista y cuando tengas el suficiente reconocimiento y una gran cadena de restaurantes, te voy a vender el lugar.
— Pero…
— Quiero ayudarte, Kara. A veces tenemos que aceptar ayuda para poder cumplir nuestros sueños. No estás sola. Así que acepta por favor.
Kara no se veía muy convencida.
— Te voy a contratar y te voy a pagar muy bien. Juro que soy una buena jefa
Aquellas palabras hicieron reír a Kara, quien entre risas, se lanzó a abrazar a su novia.
— Tomare eso como un si — el abrazo continuo por unos minutos más hasta que de pronto el cuerpo de Kara se tensó por completo — ¿Qué pasa? — preguntó Lena al sentirlo.
Kara había palidecido en un instante, tenía la mirada clavada en la calle y parecía que había visto un fantasma. Lena miro también, pero no encontró nada.

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