9.- Cita inesperada

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Al atardecer, Millie tocó mi puerta. Llevaba un vestido rojo sin tirantes, el cual dejaba sus hombros al descubierto. Se veía bastante bien, tengo que admitirlo. No pude frenar mis palabras. Sin embargo, apuesto a que son muy distintas a las que tú, persona lectora, imaginas:
–¿No crees que el rojo con el verde de tu cabello es una mala combinación?
–¡Ay, no importa! Traté de verme linda para la ocasión y así me recibes…–dijo ella haciendo un puchero. Suspiré.
–Ya, entendido, te ves bien. ¿Satisfecha?
–Solo si haces una cosa más…–dijo Millie. Alzó los brazos hacia mi y se puso de puntitas. La miré a los ojos, incrédulo.
–No estás hablando en serio, ¿Verdad?
–Por supuesto que sí. ¡Hazlo porque tu cita te lo pide!
  En definitiva, Millie era la persona que más me arrancaba suspiros de resignación. La recepcionista parpadeó confundida al ver a un chico en traje aparecer con una chica en brazos que no paraba de reírse como niña pequeña. La misma mirada la tenía el taxista que nos recogió en la calle. Después de que ambos nos encontráramos en el asiento trasero, el taxista nos llevó al centro de la ciudad. Ahí, Millie escogió un restaurante italiano con aspecto elegante.
–¡Hace tiempo que no como lasaña! ¿Tu que vas a pedir Spency?
  Nos asignaron una mesa apartada de las demás, y nos entregaron la carta. La comida italiana nunca había llamado mi atención (lo más italiano que había comido antes eran las pizzas que se calentaban en el microondas, una comida muy frecuente en mi vida), así que terminé pidiendo lasaña de igual forma.
–Eeeentonces, ¿Cuál es el motivo de esta cita?
–No es una cita, es una cena de agradecimiento. –mascullé.
–¡Ay, no seas ridículo! –dijo ella entre risas–. El lugar elegante, tu y yo a solas, ¡Incluso tienes un traje! Jamás habría pensado que te vería de está forma. Así que dime el motivo o me llevarás cargando hasta casa.
–Es solo una cena de agradecimiento, ¿okey?
  Quizá lo dije de forma un poco brusca, ya que ella dejó de insistir.
–Está bien. Tal vez tienes tus motivos. Pero si necesitas hablar con alguien, puedes hacerlo conmigo, ¿okey?
  Lo que sucedió a continuación me desequilibró por completo. Millie puso su mano sobre la mía y cuando alcé la vista, me topé con la sonrisa más cargada de confianza y bondad que he visto jamás. Fue una de esas pocas ocasiones que no he podido comprender, solo sentir. Me estremecí.
–A-ah, si, entiendo, gracias por eso…
  Llegó nuestra comida, y la tensión pasó. Millie parecía de nuevo ella, y descubrí la lasaña. Era asombroso su sabor. Me transportó por completo fuera de este mundo. La voz de Millie hablando sobre la película del Ciempiés Humano parecía un ruido de fondo. Arrasé con la comida.
–Wow, si que tenías hambre Spency. Apenas llevo la mitad y tú ya dejaste limpio el plato. –observó Millie.
–Lo siento, es que sabe increíble… No sé por qué sabe tan bien…
  Millie se encogió de hombros.
–Todos los alimentos tienen una receta secreta. Quizás éste lugar tiene la suya.
–Ojalá no sea la misma cosa que la receta original de la Coca cola…
–¡Ohhh! ¿Entonces eso no es solo un mito?
–No realmente. Verás, a finales del siglo XIX…
  No puedo tomarme el tiempo para transcribir todo lo que hablamos esa noche. Solo por mencionar, hablamos sobre esa receta secreta, el éxito del Coronel Sanders a tan avanzada edad, la vida en Londres, los lugares a los que hemos viajado, y el por qué el material explícito está tan normalizado en Japón. Fue una de las mejores pláticas que había tenido en mucho tiempo. Después de un rato, Millie bostezó.
–Ya terminé mi comida, ¡y no recordaba que hablar fuera tan cansado! ¿Nos vamos a casa?
  Sonreí, y asentí. Solo por hacerla reír otro poco, la cargué hacia la salida del restaurante. Las risas de ella resonaron por todo el restaurante. Algunos comensales reían, otros nos miraban extrañados. A nosotros no nos importó en lo absoluto. Llegamos a casa, y me sentía más relajado y satisfecho que nunca. Ella me invitó a pasar a su habitación. En comparación con la mía, aquella estancia parecía la víctima de una persona con trastorno obsesivo compulsivo. Los libros, su computadora, la pared de corcho con apuntes, sus lápices y plumas, todo parecía perfectamente ordenado. Me senté en la cama de ella con cuidado, sintiendo que si me movía de más aquel orden perfecto se vendría abajo. Millie se sentó a mi lado.
–Y bien, basándonos en los últimos días que ha estado aquí, ¿Cuál es su opinión de California, señor Spency? –dijo mirándome de forma seria y con una ceja levantada.
–Bastante bien, señorita Millie, ha rebasado mis expectativas con creces. –dije siguiendo su juego.
–¿Y qué opina de mí?
  La pregunta me desequilibró un momento. Ahora ella sonreía levemente, y parecía estar esperando una respuesta.
–Bueno… eres entretenida, y agradable. –dije, indeciso de mis palabras.
  Sin aviso, ella me abrazó. Inmovilizó mis brazos y se recargó en mi.
–Eres una gran persona, Spencer. Me gusta pasar tiempo contigo, pero creo que deberías comunicarte más, ya sabes, a corazón abierto. Y cuando necesites hacerlo, si tienes algún problema o necesites desahogarte, aquí estaré, ¿De acuerdo?
  La miré a los ojos. El hecho de que haya usado mi nombre completo me decía que hablaba muy en serio. Suspiré y sonreí con levedad.
–Lo tendré en cuenta, gracias por tu confianza…
–Ella se rió un poco y me soltó. Se levantó y me tendió la mano.
–Eso fue todo por hoy, señor Spency, ahora por favor retírese. Mañana tengo que levantarme temprano para resolver unos asuntos en el instituto, y no pueden esperar.
  Salí de la habitación pensando en lo conveniente que era el hecho de que ella no me buscaría por la mañana, ya que estaría ocupado rescatando a Troy. Justo antes de entrar a mi cuarto, Millie me abrazó por detrás.
–¡Descansa!
  Ella se metió en su habitación y cerró la puerta, y yo hice lo mismo, sintiéndome satisfecho en exceso. Todo parecía salir de maravilla. Estaba por completar mi misión sin inconvenientes y había hecho una gran amiga en el proceso. Saqué el resto del equipaje y comencé a prepararme. Coloqué los pequeños tubitos de nitroglicerina en su lugar secreto, me quité el traje y me lancé a la cama. Al día siguiente mi misión concluiría. El final estaba cerca.

Espionaje Tipológico (MBTI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora