Ecos

Parte 1: Un Pueblo Misterioso

En una soleada tarde, mi familia y yo emprendimos un viaje de vacaciones hacia un enigmático pueblo, un lugar que destilaba una atmósfera única y lúgubre. Sus calles adoquinadas y estrechas estaban flanqueadas por edificios que evocaban el esplendor victoriano en su arquitectura, y en el corazón del pueblo, una majestuosa iglesia victoriana, con su presencia imponente, parecía observarnos desde las sombras. Este enclave ancestral era más que un simple destino; era un rincón apartado de la realidad, donde la línea entre sueño y vigilia se desdibujaba.  El pueblo parecía haber quedado atrapado en el tiempo, con calles adoquinadas estrechas y retorcidas, que apenas permitían el paso de un vehículo. Cada edificio parecía susurrar secretos del pasado a través de sus desgastadas fachadas de piedra y madera. Al caminar por estas calles, uno podía sentir la opresión de la historia que pesaba sobre el lugar.

Mientras conversábamos a la mesa, el reloj se acercaba a las cuatro de la tarde, un momento en el que la luz de la tarde bañaba todo en tonos dorados. Fue en ese instante cuando, de manera inesperada, mi familia decidió que era hora de emprender nuestro viaje de regreso a casa. Un largo trayecto aguardaba, una serpenteante carretera que se adentraba en un tupido bosque, con árboles que se alzaban como guardianes silenciosos a ambos lados del camino, ofreciendo una experiencia única en medio de la naturaleza.

Antes de embarcar en este viaje de regreso, donde el crepúsculo se interponía entre nosotros y la comodidad de nuestro hogar, opté por visitar el baño. Las extrañas vibraciones de este lugar y la sensación de estar atrapado en un sueño, me llevaron a buscar un momento de soledad, aunque lo que encontraría en ese baño marcaría el comienzo de una pesadilla inimaginable.