Capítulo uno

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Un chico viene corriendo a unos veinte metros antes de doblar por la esquina, su cabello rebota en cada pisada y a pesar de tener piernas cortas se mueve rápido. Pasa por frente del callejón y sigue corriendo; la luna está en su punto fijo, brillante y las estrellas la acompañan, el cielo negro se tiñe de pequeños faros. El chico sigue corriendo, pasa por muchas casas desoladas, mira hacia atrás y se introduce en un pasillo; detrás del chico, a unos treinta metros viene corriendo otra persona, su cabello es sostenido por una bandana, que al entrar al pasillo se pierde en la fría calle. El primer chico corre aún más rápido, sus brazos se mueven como si estuviese esquiando en la nieve, su pecho sube y baja a medida que intenta tomar aire, cuando corre él salta en algunas ocasiones y cae con el pie izquierdo, haciendo temblar por completo su cuerpo. El chico dos tiene piernas más largas y se mueve mucho más rápido que el primero, tiene la cara pálida como un muerto y los ojos apagados; el primer chico es moreno pero en este momento tiene su cara roja y los ojos le brillan del terror. Sale del largo pasillo hacia otra calle; pasa por un charco de agua y se empapa los tenis, el chico dos salta por encima del charco y cae muy cerca del primero, a treinta centímetros, extiende su brazo y lo toma por la camiseta. El primer chico chilla aterrorizado e intenta liberarse. El segundo chico cubre la boca del primer chico y lo arrastra hasta un parque abandonado; las hamacas amenazan con caer, los árboles sin hojas lucen tétricos y en el centro hay un mástil que en lo alto posan un par de zapatillas; el pasto en donde cae el primer chico está seco y huele feo, se raspa las manos al tocarlo.

—Si tu cooperas conmigo, yo prometo no dañarte, ¿si? —La voz del segundo hombre suena lejana y profunda, no transmite nada. — Llegas a gritar y te mato, llegas a decirle a alguien no te mato a ti, mataré a toda tu familia y amigos, ¿te quedo claro?

Nada a nadie. Ni siquiera a sus padres. A nadie. El primer chico asiente temeroso y balbucea como un bebé, las lágrimas se arriman en sus ojos y cuando el segundo chico le acaricia éstas empiezan a caer en silencio.
El primer chico mira hacía todos lados y al parecer el mundo desapareció, ni siquiera se oyen los grillos ó los sapos croar. El segundo chico reparte besos en sus labios y con un sutil movimiento le quita la camisa; los largos y finos dedos le recorren el pecho y empadilece; el primer chico se deshace en temblores y gime del frío, el segundo chico recorre su cuerpo con una mirada hambrienta y su erección palpita, tanto él como su pene quieren arrasar con esa pequeñita ratita, quieren husmear por su interior y ver cuanto lo apretan. El segundo chico, ahora identificado como Harry Steven (nombre en cubierto) quita su pantalón y hace chocar el trasero del primero con fuerza; Harry, maravillado por la sensación comenzó a devestir al más pequeño y a él mismo, una vez que ambos estaban completamente desnudos Steven tomó su pene ya erecto y tocando su estómago, y lo guió entre los muslos gruesos del moreno. El primero, identificado como Louis Tomlinson, gimió y aulló de dolor cuando la intromisión se hizo presente y la virilidad del más grande lo inundó por dentro; sentía su interior palpitar y un líquido escurrirse por sus piernas, no tuvo ninguna especie de preparación y una vez que el pene del adulto se introdució profundo su ano se expandió dolorosamente y luego comenzó a cerrarse, apretando al hombre. Gritó tan fuerte que su garganta ardió, los ojos le picaron y luego lloró demasiado a decir verdad; no le gustaba ese dolor, no quería sentirlo, cuando el hombre empezó a moverse y sus genitales chocaron contra su culo supo que esto era injusto, por que él no le hacia daño a nadie, a pesar de todo le oraba a Dios y mantenía su mente enfocada en crecer y ser mejor por él mismo, ¿porque de repente el destino lo destruyó así?

Los minutos pasaron y la tortura seguía, parecía que él hombre aún no quería eyacular y seguir torturándolo, ya se había cansado de gritar y suplicar, porque supo que cuando el hombre lo veía tan débil se excitaba más y lo llenaba por completo. Oía el chapoteo de presemen junto con sangre en cada embestida, su cuerpo se llenó de marcas griseas debidas al hombre; miró hacia el cielo y rezó mientras cerraba sus ojos y pequeñas lágrimas caían.

Oh, Jesús mío, perdona mis pecados, perdona mis desalineaciones y desconfianzas. Cuida a mi familia, cuidame a mí y ayúdame. Por favor, por favor.

Pero a pesar de todo no sintió alivio y no apareció nadie heroicamente y lo salvó, nadie estuvo ahí para él.

Finalmente el hombre eyaculó en su interior, sus piernas quedaron pringonsas y en su interior todo le ardía. El adulto se le acercó y le tiró unos billetes, lo miró por unos segundos y dándole una perversa sonrisa le dijo —: Bien hecho, Louis. Ten dinero para el taxi y saluda de mi parte a Eloisa y a Daker de mi parte. —Y luego de decir eso desapareció entre las sombras a lo lejos de la plaza.

Entonces mientras Louis estaba tirado en el pasto, lleno de sangre y semen entre sus piernas, supo que aquel hombre no solamente le quitó la virginidad, sino que también le arrebató la sonrisa, las ganas de vivir y el alma.

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Capítulo uno —La Violación.

Palabras: 959.

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